Fiebre amarilla: un mal que se suma al dengue y la tos convulsa.
Se debe al cambio climático y al avance de la deforestación
Fiebre amarilla, dengue, tos convulsa, al oído del ciudadano común suenan a enfermedades que el tiempo y la ciencia se encargaron de desterrar. No obstante, esas patologías están resurgiendo, y, según los infectólogos consultados por LA NACION, esto se debe a varios factores: el cambio climático, la resistencia que algunos microorganismos van desarrollando frente a los medicamentos y al a menudo tibio control del Estado sobre el cumplimiento del calendario de vacunas.
Esos factores sumados dibujan un cuadro de situación en el que nuestro país aparece vulnerable frente a posibles brotes epidémicos. Las enfermedades como el dengue o la fiebre amarilla son estacionales; es decir que surgen en el verano, cuando la temperatura predispone al aumento de mosquitos del tipo Aedes aegypti , que son los vectores para que éstas se difundan, ya que el contagio no se da de persona a persona.
Pero lo inusual que se registra en los últimos años es "la aparición constante de los brotes de esas patologías y un aumento de casos en cada ciclo", según afirmó a LA NACION el director nacional de Prevención de Enfermedades y Riesgos del Ministerio de Salud, Hugo Fernández.
Cambio climático
Una de las razones que argumentan los especialistas es la influencia del cambio climático. "Es notable que los fríos invernales duran menos y las temperaturas cálidas propician que estas enfermedades que se creían controladas estén resurgiendo, incluso en lugares donde eran inusuales", dijo a LA NACION el doctor Tomás Orduna, infectólogo del hospital Muñiz.
Una de las razones es que "la temperatura media del planeta ha aumentado 1°1 y, si no se controla la emisión de gases como el dióxido de carbono, en 2100 podría aumentar hasta 6°", dijo a LA NACION Osvaldo Canziani, meteorólogo investigador del Conicet e integrante del panel intergubernamental de las Naciones Unidas que estudia el cambio climático.
Por eso es que se detectan cada vez más al sur del país mosquitos que podrían propagar enfermedades tropicales. "Otro factor que se ha detectado es que las altas temperaturas han causado un incremento de plasmónidos en los estómagos de esos insectos, que son los microorganismos que se encargan de trasladar la enfermedad al estar en contacto con la piel humana", agregó Canziani.
Factor humano
Si hablar de cambio climático parece algo muy abstracto, algunos ejemplos más concretos de la responsabilidad del hombre en la emergencia de estas enfermedades son la tala de árboles y la poca conciencia de combatir los criaderos de mosquitos en el ámbito urbano.
"Por ejemplo, la fiebre amarilla que se registra en algunas zonas de Brasil y Paraguay es del tipo selvático, ya que el portador es el mono aullador, que va migrando debido a que su hábitat es modificado", dijo a LA NACION la infectóloga Teresa Zito.
"Esto puede ser una ocasión para que el hombre sea un eslabón intermedio de agentes patógenos que afectan a los animales", explicó Zito.
Las enfermedades que son transmitidas por los mosquitos, como también son la malaria y la leishmaniasis, detectadas en el norte del país, no tienen mejor prevención que el combate de esos vectores, evitando, por ejemplo, el reservorio de aguas en recipientes.
"Incluso en algún momento estas enfermedades sólo se relacionaban con la pobreza porque hay menos higiene en zonas carenciadas, pero lo cierto es que en la Argentina de hoy tenemos la villa 31 a metros de Puerto Madero, así que el cuidado y la prevención dependen de todos", opinó el doctor Orduna.
Vacunas
Es sabido que muchas bacterias y virus que atacan el sistema inmunológico del hombre pueden llegar a desarrollar mecanismos de resistencia a los medicamentos que los combaten. "La reemergencia de muchas enfermedades también se debe a que los antibióticos ya no son tan efectivos por la resistencia que desarrollan los virus, parásitos o bacterias, muchas veces porque la gente suele automedicarse cuando no hace falta", dijo Zito.
Si a eso se suma que no hay un seguimiento arduo por parte del Estado y de los padres para que se cumpla el calendario de vacunación en los niños, el problema se agrava. Ese es el caso del resurgimiento de la tos convulsa, que ha aumentado 300% desde 2003 según un informe de la Fundación Argentina de Infectología Pediátrica. La mortalidad de esa enfermedad en niños ronda el 10%.
Según Orduna, "la responsabilidad en la prevención es mutua. En mayor parte del Estado, pero también recae en los ciudadanos".
Paula Soler
Desde | Diario La Nacion
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