A pesar de que sólo un mínimo porcentaje de casos de cefalea tienen su origen en una enfermedad grave, es uno de los síntomas que más preocupa a los padres.El dolor de cabeza se considera a menudo un trastorno común. Sin embargo, tiene un gran impacto en la vida diaria del afectado y, en el caso de los niños, en su vida escolar. Un niño con cefalea pierde el doble de días de escuela que otro sin dolor de cabeza. Los costos individuales y sociales obligan a tenerlo en cuenta como entidad patológica y, por ello, es fundamental el diagnóstico correcto y un tratamiento eficaz.
En una revisión reciente realizada en Navarra, se detectó que la cefalea afecta al 40% de los menores de 7 años y al 75% de los menores de 15 años. Otros trabajos sobre la prevalencia señalan que cerca del 12% de los niños entre 5 y 15 años padecen migraña, frente al 1% que sufre cefalea tensional. Los datos indican que la migraña aumenta desde un 3% entre 3 y 7 años, a un 4% y un 11% de los 7 a 11, y de un 8% al 23% de 11 a 15 años, con una edad media de desarrollo de los síntomas de 7,2 años en los niños y 10,9 años en las niñas. Lo más destacado: la mitad de los afectados no acude al médico.
Aspectos diferenciados
Migraña y cefalea tensional son las formas más habituales de dolor de cabeza. La migraña es un dolor pulsátil que puede desarrollarse junto con náuseas, vómitos y/o fotosensibilidad y, a menudo, afecta sólo a un lado de la cabeza. Algunos pacientes experimentan síntomas que avisan de que están a punto de sufrir un dolor de cabeza (aura). La cefalea tensional o vasomotora es un dolor de cabeza continuo, no pulsátil, que en general rodea la parte alta del cráneo. Se asocia con la tensión muscular de esta zona y, cuando se desarrolla dos o más veces por semana durante algunos meses, se la considera un trastorno crónico. Puede durar de unos minutos a varios días y las personas afectadas no experimentan otros síntomas.
Hay distintos tipos de dolor de cabeza en niños, según su evolución en el tiempo: agudas que, a su vez, pueden ser localizadas o generalizadas; recurrentes, que tiene en la migraña su entidad más frecuente; y crónicas, que pueden ser progresivas, relacionadas con el dolor, o no progresivas, cuando sus síntomas no evolucionan en intensidad. No obstante, a los padres les preocupa sobre todo "cómo diferenciar la cefalea de causa psicógena o tensional del dolor de cabeza originado por problemas orgánicos intracraneales, sobre todo, debidos a tumores", asegura Ana Soriano, pediatra de atención primaria de Barcelona.
Esta especialista explica que, para poder realizar un diagnóstico diferencial, es necesario valorar una serie de parámetros. Hay que conocer los antecedentes familiares, ya que en la migraña es frecuente que alguno de los dos progenitores (o los dos) la sufran o hayan sufrido en la infancia. Mientras, en cefaleas tensionales o cuando el dolor se origina por un proceso tumoral, no se registra esta relación. Otros aspectos de suma importancia son la forma de instauración y el tiempo de evolución. Un dolor de cabeza no progresivo, que conlleva meses de evolución, es característico de cefalea tensional y migraña. Cuando el dolor es progresivo, con una evolución de varias semanas, es posible un incipiente proceso tumoral. El ritmo horario es otro factor revelador: puede ser vespertino (asociado a cefalea tensional), matutino y que provoca despertar nocturno (tumoral) o variable (típico de las migrañas).
Respecto a la calidad del dolor, si es opresivo, se asocia a cefalea tensional o proceso tumoral. Si es pulsátil, a migraña. En cuanto a la duración, es primordial saber si el dolor de cabeza dura horas (migraña) o si se sufre de forma constante (tensional) o diaria (tumoral). Su localización también brinda algunas pistas para el diagnóstico: si se instaura en la parte frontal de la cabeza o tienen afectación hemicraneal se asocia a migraña, en la zona occipital -límite posterior de la cabeza- o en toda la cabeza se relaciona con cefaleas por tensión y cuando la zona es variable se estima un posible proceso tumoral.
Junto con las anteriores, son fundamentales otras particularidades como el aura visual, náuseas o vómitos, fotofobia (sensibilidad a la luz) o fonofobia (sensibilidad al ruido) -como ocurre en las migrañas-, estados de ansiedad, factores desencadenantes, cambios de conducta, alteraciones neurológicas (visuales o del equilibrio) y alteraciones de la sensibilidad, que se traduce en hormigueo, adormecimiento o acorchamiento de alguna parte de la cara.
De la misma manera, la respuesta del organismo ante los fármacos que se administran supone pistas para el especialista sobre un posible origen del dolor de cabeza. "Los analgésicos son eficaces ante migraña, son poco efectivos ante la cefalea tensional y nada ante procesos tumorales ", explica la especialista. Añade que "el tratamiento será distinto según la causa", por lo que, ante cefaleas persistentes, se solicita a las familias que lleven un registro mensual del dolor para definir la frecuencia, los factores agravantes y los aspectos asociados al dolor. Así se evalúa el tipo de trastorno y cuál es la respuesta del tratamiento en el tiempo. Incluso, en ocasiones, se pide al niño que dibuje los elementos que ve al inicio de los síntomas de cefalea para concretar la presencia de aura (en el caso de migraña clásica) o su ausencia.
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1 comentario:
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