Tienen 2 ó 3 años, pero quieren la libertad de los grandes. Hacen berrinches y desafían a sus papás con frecuencia. Llegó el momento de pensar en los límites: con amor, paciencia y dedicación, la tarea de aplicar restricciones no resulta tan dificultosa como parece.
Cuando los chicos dejan atrás su etapa de bebés y cumplen 2 ó 3 años, inician un proceso de independencia que trae aparejado el constante desafío de limitar su acción. Jugar a que pueden lavar platos solos, correr para que no los atrapen y responder con un "no" son algunos de los comportamientos más comunes de esta edad. Se trata de una fase de exploración para lograr autonomía, y es entonces cuando los límites se convierten en una necesidad, no sólo para los padres, sino para los mismos chicos también.
Los límites que deben aplicarse en esta etapa de desarrollo tienen que ver con los quehaceres cotidianos de los chicos, desde los horarios de sueño, pasando por los hábitos de juego, hasta la disciplina a la hora de comer.
"El límite no es igual a castigo, sino a delimitación, a encuadre u organización dentro de un sistema", explica María Eugenia Siseles, psicóloga, y agrega: " Un "no" , dicho desde este esquema de pensamiento, resulta un facilitador social, un organizador".
Ahora, ¿cuál es la mejor manera de poner ese límite? Lo importante es explicarles a los chicos el por qué de esas restricciones. De esta manera, resultarán razonables y justificadas, en lugar de autoritarias y arbitrarias. No se trata, después de todo, de una demostración de poder por sí misma, sino de una muestra de contención, preocupación y amor que los padres le prodigan a sus hijos. Esta actitud, sin embargo, debe estar acompañada de firmeza y coherencia entre los distintos adultos que ponen esos límites (padres, niñeras, cuidadores en general), para que los chicos tengan en claro que existe un criterio único para decidir qué no está permitido hacer, sin excepciones a la regla. Por eso, también es fundamental la tranquilidad del adulto, para no obrar de manera arbitraria.
Victoria, mamá de Lautaro (3), cuenta que su hijo insistía constantemente en poner los dedos en el enchufe. Después de innumerables "berrinches" y castigos infructuosos para que Lautaro dejara de tocarlo, Victoria optó por sentarse con su hijo y explicarle, con calma, lo peligroso que era estar en contacto con esa salida de electricidad, del modo en que pudo. Una vez que su hijo entendió el por qué de la limitación que le ponía su madre, dejó de desafiarla. " Fue increíble. Bastó con que comprendiera lo que podía pasarle si metía la mano para que nunca más se acercara al enchufe", concluye Victoria.
A pesar de la comprensión, la dedicación y la aplicación criteriosa de límites, son frecuentes los "berrinches" y caprichos entre los chicos que están explorando su independencia y no aceptan las restricciones que se les imponen.
La psicóloga ofrece algunos consejos para tratar con ellos:
* Dejar que los caprichos o "berrinches" se desplieguen. No es bueno reprimirlos, ya que se trata de un comportamiento normal para los chicos de esta edad.
* Ver si los chicos no están queriendo decir otra cosa con estas conductas. Detrás de ese comportamiento puede haber motivos concretos que son importantes de conocer.
* Ayudarlos a traducirlos y ponerlos en palabras. El diálogo facilita la conexión entre padres e hijos y les brinda a los chicos un espacio para expresar los temores, frustraciones y ansiedades que dan lugar a los "berrinches".
La aplicación de límites puede resultar trabajosa y difícil para los padres, pero, acompañada de amor, paciencia y comprensión, es un aspecto fundamental a la hora de guiar a los chicos en los primeros pasos del proceso de independencia que se inicia en esta infancia temprana. Es justamente a través de ese encuadre de normas para su comportamiento que podrán sentirse más libres y seguros en el recorrido que empiezan a transitar.
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