Científicos experimentan con frutos y vegetales que sustituyan las inyecciones y protejan al paciente contra virus o bacterias
La angustia que las inyecciones causan en niños y en algunos adultos, podría ser, en aproximadamente una década, algo del pasado, gracias al trabajo de centenares de científicos alrededor del mundo, quienes buscan desarrollar vacunas comestibles.
Así, en lugar de recetar inyecciones, los médicos le prescribirán algún fruto o vegetal que, obviamente, se manejarán de manera controlada y, al consumirlo, usted estará protegido contra un virus o bacteriaespecífica.
La dificultad de manejar cierto tipo de vacunas que necesitan refrigeración y el escaso éxito de campañas masivas de vacunación en zonas apartadas donde no se cuenta con electricidad y, por ende, de sistemas de enfriamiento, provocó un interés creciente de algunos científicos por desarrollar las vacunas comestibles.
Y es que en teoría, una vacuna comestible podría ser manejada de la misma manera que una fruta o vegetal, la cual ofrece la ventaja de permanecer en estado óptimo por varios días y sin necesidad de mantenerse en refrigeración.
Gran parte de las vacunas comerciales están elaboradas por virus atenuados, muertos o con alguna de sus partes, que al introducirse al organismo provoca una reacción del sistema inmune, el cual crea defensas para combatirlo en ese momento o en contagios futuros, con lo que se alcanza la inmunidad.
A diferencia de los métodos tradicionales, en las vacunas comestibles únicamente se empleará una
proteína de ese virus, la cual es capaz de provocar una reacción inmunológica pero no representa el riesgo de desencadenar la enfermedad, explica Georgina Paz de la Rosa, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Irapuato.
Los científicos extraen esa proteína del virus o bacteria, la insertan en el código genético de la semilla, que al sembrarse y crecer dará origen a una planta que en su fruto tendrá la información genética del microorganismo previamente introducido, provocando una reacción inmunológica al momento de consumirlo.
Los resultados en diversos proyectos, principalmente en Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, han sido exitosos; sin embargo, el gran reto se encuentra en tener una dosis adecuada en cada fruto o vegetal.
Hasta el momento, los investigadores han logrado producir este tipo de frutos, pero se ha administrado parte del producto a manera de papilla, con el fin de controlar la dosis.
Angel Alpuche, adscrito al Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt) explica que en algunos otros casos se han deshidratado los frutos o vegetales, puesto en un frasco la dosis exacta, para luego rehidratrarlos antes de suministrarlos.
A pesar de los buenos resultados, estas vacunas están aún en fases de investigación, la más adelantada dirigida a combatir enfermedades en aves, recientemente recibió la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA) de Estados Unidos y podría estar en el mercado en dos años.
Si los proyectos que han mostrado ser exitosos en laboratorio, superan las siguientes pruebas, se podría estar aplicando en humanos en alrededor de una década.
Vacunas a la mexicana
Los científicos mexicanos no han escapado a la tendencia de crear vacunas comestibles y buscan desarrollar algunas para enfermedades como el cólera, la diarrea, el papiloma humano y la amibiasis, entre otras.
Especialistas de diversos centros y universidades como el Ipicyt, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Cinvestav recurren a la lechuga, jitomate, papa, zanahoria, cacahuate, amaranto, plátano y melón para desarrollar estos productos.
Hoy por hoy, los investigadores del Ipicyt producen la primera vacuna comestible del mundo contra la diarrea, para lo cual han logrado introducir a la zanahoria el gen de la bacteria Escherichia coli, causante de ese padecimiento.
Alpuche y su grupo de investigación trabajan en combatir la difteria a través de jitomates, y luego de haber superado las pruebas en modelos animales, espera comenzar a probarla en humano en uno o dos años.
A su vez, científicos del Cinvestav Irapuato cultivan desde hace varios años el plátano tabasco con antígenos que previenen enfermedades como paludismo, cólera, hepatitis B y amibiasis.
Sin embargo, hasta el momento uno de los casos más exitosos se ha obtenido con el maíz, para inmunizar contra el virus Newcastle, que comúnmente enferma a las aves, y que se les suministró a pollos que demostraron inmunidad al estar posteriormente en contacto con el agente contagioso.
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