La elección de alimentos más duros y fibrosos que deban masticarse es fundamental para el desarrollo dental en la infancia.El bocadillo con pan del día anterior para el almuerzo se ha sustituido por la bollería o por el pan de molde, alternativas más fáciles de masticar. Las frutas que más gustan a los niños son las más blandas: desde el plátano hasta las fresas, el melón o la sandía. Les da más pereza masticar otras como la manzana debido a su dureza. Con las verduras ocurre algo similar. No es común que los niños pequeños coman ensaladas o mastiquen una zanahoria cruda, sino que se les ofrece la alternativa de las verduras en puré. En la selección y la preparación de las carnes también se prima su suavidad, de manera que los filetes se sustituyen por hamburguesas, salchichas y albóndigas, y apenas comen carne guisada si no es de pollo, más blanda.
La dieta moderna, en la que abundan los alimentos blandos, limita la masticación y afecta al desarrollo de la oclusión de los molares, en particular, de la superficie masticatoria de estos dientes. Este hecho favorece la mala posición de estos y de las bases óseas que los sustentan, ya que el crecimiento mandibular no es adecuado para el desarrollo óptimo oclusal. Estas conclusiones son comunes en diversos estudios paleo-patológicos que han analizado el papel de la dieta en la evolución o involución dentaria, las enfermedades periodontales y la caries.
Es el caso de la revisión realizada por el Instituto de Odontología de la Universidad de Turku, en Finlandia, que pone de manifiesto cómo el cambio en el consumo de alimentos duros a más blandos de los últimos cien años influye de manera determinante en la estructura y morfología craneofacial y cerebral y la salud oral.
Una edad para cada alimento
Es imprescindible insistir en el papel relevante de la masticación durante la primera infancia. El niño aprende a masticar a medida que tiene la oportunidad de comer nuevos alimentos, de manera que deviene fundamental ofrecerle, en cuanto sea capaz, alimentos más duros y secos, que propician un buen funcionamiento y desarrollo dentario. Entre los nueve y los doce meses coge pequeños alimentos y comienza a autoalimentarse, se lleva comida a la boca aunque es incapaz de comer por sí solo hasta, al menos, los dos años.
Durante este periodo, se desarrollan a gran velocidad los sentidos, de modo que se puede pasar de succión a cuchara, lo que permitirá paladear mejor, y cambiar la textura: de líquido a triturado y, cuando ya tenga dientes, a troceado. En los más mayores, algunas sugerencias pasan por proponer cada día algún alimento al natural, que puede ser una fruta, una minúscula ensalada o un poco de arroz integral con tomate de guarnición.
* Las ensaladas y las hortalizas crudas, como zanahorias y pepino, se pueden ofrecer con mezcla de ingredientes, como la ensalada de manzana y nueces, la de pollo con piña, una colorida ensalada de zanahoria, la sugerente de endibias con gambas o una vistosa ensalada mixta en un cuenco de tamaño infantil.
* Un puñado de frutos secos cada día o como ingredientes de distintos platos. Sugerencias deliciosas son la tostada de pan con requesón y avellanas, el queso fresco y pistachos o la torta de frutos secos.
* El pan con corteza y el currusco como base de los bocadillos de los recreos y las meriendas.
* Las frutas frescas, a mordiscos o en tacos. "Piensa en pequeño: a los niños a veces les gusta más la fruta si se la das en trozos pequeños y de distintos colores", admite Marta Garaulet en su libro "Niños a comer", para incentivar el consumo de fruta fresca y al natural entre los menores. Resultan acertadas las recetas de frutas como la brocheta, crepes, macedonia gelatinizada, mezcladas con yogur o con bizcocho.
* Cereales integrales y productos derivados, desde el muesli más natural en el desayuno hasta el arroz y la pasta para las recetas de los menús o el pan integral de los bocadillos y de las comidas.
* Jamón serrano, en lugar de comer siempre jamón york y fiambres similares.
Además, la consistencia del alimento influye en la saciedad. Al tener que masticar, el niño tiene durante más tiempo la sensación de plenitud o de tener el estómago lleno, un factor relevante en la prevención de la obesidad infantil.
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