martes, 14 de septiembre de 2010

El sentido moral en los bebes y niños

Una investigación reciente afirma que a los seis meses ya son capaces de distinguir entre el bien y el mal.
Distinguir el bien del mal es fundamental para vivir en sociedad. El sentido moral es el conjunto de valores que rigen el comportamiento. Mediante ellos, las personas deciden qué está bien y qué está mal. Pero para el recién nacido, nada es bueno o malo desde un punto de vista moral. Algunos expertos en psicología infantil consideran que el bebé nace sin ningún tipo de sentido moral. Es el caso del psiquiatra y padre del psicoanálisis Sigmund Freud, del psicólogo evolutivo Jean Piaget o del psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg.

Para el recién nacido, según estos autores, nada es bueno o malo desde un punto de vista moral. El proceso de socialización permite que los niños interioricen las normas sociales que ayudan a distinguir el bien del mal. A pesar de las diferencias que tienen sus respectivas teorías, todos coinciden en señalar que la moral se desarrolla en cada persona a medida que pasa por una serie de fases, que son las mismas para todos los seres humanos y que se dan en el mismo orden.

Osito bueno u osito malo

Sin embargo, estas opiniones no son las únicas e, incluso, hay ideas contrarias. Según las conclusiones de una investigación dirigida por Paul Bloom, de la Universidad de Yale (EE.UU.), los bebés nacen con un código ético embrionario. El trabajo se llevó a cabo en el Infant Cognition Center, donde se estudia el desarrollo psicológico de los niños. Allí se realizaron varios experimentos en los que, según concluyen los autores, los niños de seis meses elaboraron juicios morales. En el primero de ellos, los bebés contemplaban cómo una bola roja intentaba subir una montaña mientras era ayudada por un triángulo amarillo. En otras ocasiones, un cuadrado azul impedía que la bola roja subiera y ésta se veía obligada a descender. La mayoría de los bebés (80%) eligieron el triángulo amarillo como su personaje preferido. De este modo, aseguran los investigadores, habían elegido al personaje que se había comportado bien.

En el siguiente experimento, los bebés observaban dos escenas. En una de ellas, un perro intentaba abrir una caja y un osito -ambos de peluche- le ayudaba. En otra escena, el osito se sentaba encima de la caja para que el perro no pudiera abrirla. Por último, en el tercero de los experimentos, un gato jugaba a la pelota con dos conejos. Cuando la pelota se le escapaba, uno de los dos conejos se la traía enseguida, mientras que el otro intentaba quedársela. La mayoría de los bebés escogieron como personaje preferido al peluche que ayudaba, es decir, que había obrado bien.

Tras analizar estos resultados, los investigadores creen que autores como Freud, Piaget o Kohlberg están equivocados y que los bebés nacen con ciertas nociones, aunque muy básicas, sobre qué está bien y qué está mal. Para Montserrat Conde, profesora de psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), "la adquisición del sentido moral y de la expresión de la conducta moral está en manos de los agentes socializantes y, sobre todo, de la familia. No obstante, hay autores que creen que el niño nace con un sentido moral rudimentario. Es difícil demostrar cualquiera de las dos posturas pero considerar como verdadera esta última supone aceptar que hay un código moral universal". En su opinión, esto sería una afirmación controvertida.

Desarrollo del sentido moral

Aída Pérez, psicóloga y directora de la Fundación Sorapán de Rieros, entidad sin ánimo de lucro que trabaja por las personas con enfermedad mental, puntualiza que el desarrollo del sentido moral es fruto de varios factores interrelacionados: el desarrollo cognitivo, las experiencias del niño con su entorno (sobre todo, los hechos que provoquen en él reflexión) y rasgos de comportamiento genéticamente condicionados.

Es muy difícil establecer a qué edad los niños son capaces de empezar a distinguir el bien del mal. Conde considera que la adquisición de estos valores, aunque se dé al inicio de la infancia, "se estabiliza a lo largo de un período de tiempo bastante largo y no coincidente para todos". A su entender, el período que transcurre durante la socialización (infancia y adolescencia) resulta vital para ello.

En estas etapas, el niño aprende e interioriza un repertorio de normas y valores, entre ellos la idea del bien y el mal, que jugarán un importante papel en la constitución futura de su identidad y de su personalidad. En algo coinciden todos los investigadores: es fundamental el papel que juegan los agentes socializantes. Entre ellos, destaca el de los padres. "La interacción entre padres e hijos en la vida diaria facilita esta transmisión de valores", señala Conde.

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