El gateo conecta los hemisferios cerebrales y crea rutas de información cruciales para la maduración de las diferentes funciones cognitivas. Desarrolla el patrón cruzado que es la función neurológica que hace posible el desplazamiento corporal organizado y en equilibrio del cuerpo humano.
Desarrolla el patrón cruzado que es la función neurológica que hace posible el desplazamiento corporal organizado y en equilibrio del cuerpo humano. Ese movimiento comprende el del eje de las caderas y el de los hombros. Estas articulaciones se mueven en rotaciones contrarias entre sí al avanzar gateando y crea una torsión relativa de la columna en cada sentido en función del eje actuante. Dicha torsión posiciona correctamente y sin sufrir presiones extrañas las vértebras y los discos intersticiales, además de tonificar adecuadamente los músculos que más adelante permitirán que el niño mantenga la columna perfectamente ercta cuando esté maduro para poder ponerse de pie.
Desarrolla la convergencia visual y posibilita el enfoque de los ojos. Al mirar al suelo para colocar la mano o la rodilla convenientemente, el niño converge o enfoca los dos ojos en un mismo punto a corta distancia. Cuando mira a dónde va, a unos tres metros por lo menos, coloca con los ojos la convergencia en un punto infinito. Éste es un estupendo ejercicio muscular para los ojos que facilita la acomodación visual. Y es tal su importancia que, según estudios de optómetras, el 98% de los niños con estrabismo no gatearon lo suficiente de pequeños. También parece que los ojos vagos están relacionados con un mal desarrollo de las convergencias.
Desarrolla la oposición cortical. En el gateo, la cabeza está en un plano y la palma de la mano en otro. El niño siente la tactilidad de la palma que está viendo. Esto es fundamental para desarrollar luego la oposición cortical, es decir, en la corteza del cerebro de que el dedo gordo de la mano se opone a los otros cuatro. El desarrollo de esta función en las manos es la que permite servirse de ellas y asir los objetos. Y esa manualidad fina es esencial para luego poder escribir. Además, al masagear la palma de la mano ésta envía información al cerebro de dónde está y de las diferentes sensaciones que va sintiendo al moverla y apoyarse, así como de los estímulos producidos por la textura y otras características del medio que están presionando. Por otro lado, al gatear al niño apoya su peso en las palmas de las manos y soporta esa tensión en las articulaciones de las muñecas, de los hombros, de la columna vertebral, de los fémures y de las caderas. Así percibe la oposición de la gravedad y aprende a manejarse con ella.
Le ayuda a medir el mundo que le rodea y el niño se adapta al medio. La distancia que hay entre los ojos y la palma de la mano al gatear es una medida fundamental -la braza- en todas las civilizaciones. Con esa nueva medida corporal el niño mide el mundo circundante y se adapta más eficientemente al medio porque lo mide constantemente y va retomando información espacial ordenada. Por eso cuando entra de mayor en una casa donde se pasó la infancia uno la percibe como más pequeña de lo que era porque entonces la propia medida de la braza era menor.
Ayuda a establecer la futura lateralización. En el nivel de desarrollo posterior al gateo comienzan los primeros procesos corticales de laterización. Con él uno de los hemisferios se convierte en dominante y el otro en servidor para no tener que operar ambos a la vez. Al conectar los dos hemisferios gracias al gateo se facilita acudir más rápidamente a funciones más complejas que requieren de ambos hemisferios y de áreas cerebrales no simétricas y diferenciadas. Un niño pequeño que va a coger una naranja echa las dos manos a la vez porque la orden llega simultaneamente a los dos hemisferios. Un niño con un nivel de organización mayor coge la naranja que le mandan rodando con una mano o con otra dependiendo de si está a un lado o a otro, o de si está en un nivel superior de organización (de si es más diestro o más zurdo).
Ayuda a poder escribir en el futuro. Mediante el gateo se va desarrollando la coordinación cerbral ojo-mano. Cuando el niño gatea se establece entre ambos una distancia similar a la que más adelante habrá entre olo y mano a la hora de leer y escribir. El gateo favorece decisivamente la aparición temprana de ambas funciones con los beneficios adicionales que ello conlleva intelectualmente.
Desde | MamasyBebes
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