sábado, 20 de octubre de 2007

El "Inquieto"

Se están volviendo muy comunes las consultas de padres y profesores a psicólogos sobre niños que son más movidos de lo habitual. Te dicen "no para quieto, va de una cosa a otra, aguanta poco tiempo viendo un cuento", o "tarda horrores para hacer los deberes". Muchas veces finalizan diciendo "este niño es hiperactivo".

Antes de continuar hay que aclarar que el término 'hiperactivo' se utiliza de forma coloquial para referirse a esos niños muy movidos, pero en realidad se trata de un trastorno más serio. Se conoce como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDHA). Sus características más comunes son la falta de atención, la impulsividad y un exceso de movimiento, y suele ir acompañado de dificultades de aprendizaje y de comportamiento.

Su diagnóstico tiene que ser llevado a cabo por un neurólogo infantil mediante una serie de pruebas y con la información complementaria que recabará de la escuela y los padres. Será él quien decida si el niño necesita o no tratamiento. Por tanto, y una vez aclarado este matiz, vamos a centrarnos en esos niños que son más movidos de lo habitual, y no en los niños con ese trastorno.

Lo primero que tenemos que tener claro es que los niños necesitan moverse, por lo tanto, tenemos que ofrecerles momentos y espacios de ocio adecuados a estas necesidades. Me he encontrado padres muy enfadados por el mal comportamiento de su hijo (lo toca todo, lo tira todo, no para quieto, todo le cansa), y cuando les preguntaba qué solían hacer los fines de semana contestaban: "¡Un montón de cosas! Hacer la compra y un montón de recados, limpiar y aprovechar el domingo en casa para descansar".

No dudo que éste es el plan que los padres necesitaban después de una dura semana de trabajo, pero ¿y el niño? Muchas veces se produce un desajuste entre las necesidades del niño y las expectativas de los padres, lo que genera gran ansiedad en ambas partes. Los padres intentan remediar esta situación poniendo mucho énfasis en lo que el niño no debe hacer, en mantenerlo quieto, sin darse cuenta que de este modo refuerzan todavía más la conducta que querían evitar.

Otras veces el desajuste no es por la organización del tiempo libre, sino por las expectativas o nivel de exigencia que se plantean con ese niño. Por ejemplo, si no aguanta más de 2 minutos con un cuento, vuestro objetivo tiene que ser que aguante 3, no que aguante medio cuento, y así ir aumentando los tiempos poco a poco. En este caso lo que tendríamos que hacer es 'crear' un minicuento de 3 minutos.

Por tanto, muchos de estos niños mejorarían si las expectativas de sus padres fueran más realistas, los objetivos estuviesen más ajustados, si las normas estuviesen bien establecidas, si desde pequeños les ayudamos a que adquieran rutinas, buenos hábitos de trabajo y sean más autónomos. Esto no quiere decir que sean adultos en pequeñito. Todo lo contrario, son niños y tienen que jugar y disfrutar como tal, pero al mismo tiempo, en función de su edad, tienen que hacerse cargo de ciertas responsabilidades (todas las cuestiones referentes a la autonomía como vestirse, lavarse, cuidar sus pertenencias, distinguir tiempo de juego y tiempo de estudio, etcétera). No lo olvidéis, objetivos ajustados.

Seguro que estaréis pensando que estas son las pautas habituales para cualquier niño. Estáis en lo cierto, pero para los niños que son un poco más movidos todavía son mucho más importantes, porque necesitan más que los otros de unas pautas que den seguridad y que puedan contener y dar salida a esa necesidad extra de movimiento.

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