jueves, 27 de diciembre de 2007

Cuando el niño no quiere comer

Macarena ya no come. Desde su silla lanza la comida en todas las direcciones, mientras su mamá se toma la cabeza con ambas manos, preguntándose qué hacer.
Muchos padres se desconciertan cuando sus hijos comienzan a mostrarse inapetentes después de cumplir un año. Quizás los tranquilice saber que es absolutamente normal que los niños reduzcan por sí solos su régimen alimentario a esta edad, simplemente porque sus necesidades energéticas son menores.

El ritmo de desarrollo físico durante el primer año de vida es abismante. En esa etapa el ser humano aumenta unos siete kilos y crece unos veinticinco centímetros, por eso el recién nacido tiene una disposición natural a comer todo lo que su organismo necesita. Sólo en la pubertad, cuando nuevamente se producen cambios importantes, vuelve a estar tan apetente.

La peor actitud es intentar forzarlo a comer, puesto que así sólo se logra que él asocie la hora de alimentarse con un momento desagradable y conflictivo. Tampoco es bueno ofrecerle premios, ni mucho menos amenazarlo, porque eso lo condicionará a regular su apetito en función de un elemento externo y no de sus propias necesidades.

Un niño sano y contento es la mejor prueba de que no necesita más de lo que consume, pero si la situación se prolonga y empieza a perder peso, es necesario que lo vea el pediatra, pues su inapetencia puede estar indicando alguna enfermedad.

Lograr interesarlo en la comida es un trabajo diario y hay algunos trucos que pueden resultar muy efectivos. No hay que olvidar que “todo entra por la vista” y el plato del niño no es la excepción. Un trozo de zanahoria puede ser una nariz; una línea de salsa de tomate, la boca, y un par de aceitunas, los ojos.

Mientras más colores tenga el plato, mejor. Todo depende de la creatividad de mamá. Frutas, verduras, carnes y pastas ofrecen una variedad de combinaciones cuando pasado el año y medio de vida el pequeño puede comer en trozos.

Si bien la hora de la comida debe ser alegre, no es una buena idea mezclarla con el juego. Si le ponen frente al televisor o usan otras distracciones, como el truco del “avioncito” con la cuchara, él nunca dará un valor propio a los almuerzos y las cenas, y le será más difícil adquirir los hábitos de comportamiento en la mesa.

Lo ideal es que él coma junto a toda la familia, aunque sólo sea los fines de semana. Así podrá observar e imitar las actitudes de padres y hermanos en la mesa, y si ve que todos comen con gusto, él también comenzará a hacerlo. Además es una excelente oportunidad para estrechar los lazos familiares.

Gustos que se heredan

Obligar a un niño a comer manteniéndolo horas frente a un plato es inútil, al igual que darle porciones grandes o alimentos que no son de su agrado. Cerca de los dos años tiene sus gustos bastante definidos, lo que no significa que debe comer sólo lo que quiere, ya que sus comidas tienen que ser balanceadas.

No hay que desesperarse si en un inicio rechaza el pescado o algunas verduras, por ejemplo. Quizás le resulte más interesante probarlos desde el plato de sus padres; esa es una buena manera de acostumbrarlo a nuevos sabores y texturas.

Según algunas teorías, el gusto se hereda. Ello tendría relación con la leche materna, ya que este primer alimento del recién nacido sabe semejante a lo que la madre come, y el niño gusta más de aquellos sabores y olores que le fueron familiares en su lactancia.

Sabroso y entretenido

Aquí algunas alternativas ingeniosas para cuando rechace los alimentos:

Si no quiere tomar leche, se puede cambiar su sabor con vainilla o chocolate, o bien ponerle al vaso una bombilla de colores llamativos. Ver el líquido subir a través de ella seguro que será una diversión irresistible.

Frutas y verduras cortadas en forma de estrellas, rostros u otro molde original, resultan mucho más atractivas para los pequeños. Otra forma de hacerlos comer es incluir las hortalizas en los purés y mezclar las frutas con yogur.

Las carnes quizás le resulten más apetecibles preparadas como croquetas o albóndigas. También se puede alternar su consumo con sustitutos, como el huevo y las legumbres.

De todos modos, es importante que a medida que el niño crezca, le explique en términos simples acerca de la importancia de alimentarse bien, ya que eso le permitirá crecer, mantenerse sano y tener más energías para jugar.

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