Tras compartir un periodo de su vida, muchas parejas deciden separarse y empezar una nueva etapa junto con otra persona. Pero, más allá de una decisión entre dos personas, los involucrados son los hijos comunes de estas parejas que, tras la separación, se ven inmersos en una situación desconocida hasta el momento.
Por este motivo, la pedagoga Nora Rodríguez acaba de publicar Hermanos cada 15 días (Editorial Integral), un libro en el que pretende ayudar a estas nuevas familias a no perjudicar a los niños y adolescentes.
CAMBIO DE LA FAMILIA TRADICIONAL
La aparición de nuevas familias, de familias monoparentales y de las integradas por parejas homosexuales ha cambiado el referente de la tradicional familia integrada por un padre, una madre y sus hijos.
En la actualidad, estas familias han cambiado las formas de vinculación, y eso repercute en los niños, que se protegen en su vida adulta tras unas experiencias de vínculos afectivos débiles.
Todo ello ha obligado a cambiar el sentido de la familia, ya que según ha declarado a Efe-Reportajes la autora, en la actualidad hay que preparar a los menores para la sociedad y la vida, más allá de la educación en valores clásicos.
SOPORTAR LA PRESIÓN
Aunque haya muchos núcleos familiares que lo nieguen, Rodríguez asegura que cualquier desmembramiento familiar provoca problemas en los niños, ya que las nuevas realidades se crean a partir del duelo por la pérdida.
Uno de los problemas más graves es la presión máxima a la que son sometidos los niños que no tienen un referente claro y que dedican su infancia a contentar por afecto al enorme entorno que les rodea.
La alta presión a la que se ven sometidos hace que se conviertan en seres alienados que adopten unos roles que no pueden asimilar o que simplemente no tendrían que adoptar, concluye Rodríguez.
ENCONTRAR UN LUGAR
Una de las nuevas prioridades pasa por intentar en todo momento que el niño encuentre su lugar en estas nuevas familias y, para ello, Rodríguez apela a la mediación entre los padres para no hacer que el niño se resienta.
Por ello, Rodríguez aconseja que ninguna persona de un nuevo entorno sustituya la tarea de quien realmente es responsable, sino que simplemente apoye en el momento oportuno esa nueva relación que se crea entorno al hijo.
El niño es el elemento más débil en todo el proceso, y es muy peligroso que se le utilice como arma arrojadiza entre los padres para su beneficio, asegura la
pedagoga.
LOS ADOLESCENTES, OTRAS RESPUESTAS
Si normalmente los hijos involucrados son menores de ocho años, no hay que dejar de lado a los adolescentes, que también sufren los desajustes familiares y las nuevas realidades aunque sus respuestas sean diferentes.
Por lo general, los adolescentes, lejos de adaptarse, prefieren rechazar las nuevas formas familiares y optan por abandonar el núcleo familiar, una opción que pueden tomar gracias a su más amplia formación como persona, aunque entonces afecte a la nueva pareja creada.
MENOS PROBLEMAS EN PAREJAS HOMOSEXUALES
El libro no trata solo de la rotura de parejas y el nuevo rol de los hijos, sino que también entra en nuevas formas de pareja como las formadas por gays y lesbianas, aunque estos tengan menos dificultades para crear un entorno favorable para el niño.
La falta de un referente clásico como las familias formadas por hombre y mujer, los problemas a los que se enfrentan tratan otros ámbitos, como la celebración del día del padre o de la madre, que en opinión de Rodríguez tiene una buena solución con la instauración de un día de la familia.
SOLUCIONES EN DECÁLOGOS
Con el libro, Rodríguez pretende aportar soluciones para hacer que este trance no sea tal, y al final de cada capítulo del libro, en el que trata uno a uno los temas más interesantes de las nuevas relaciones, expresa mediante un decálogo las actuaciones que deben y no deben hacerse para que el hijo encuentre su lugar dentro de las nuevas familias.
Rodríguez afirma que, además de una mayor implicación de las administraciones para dar soluciones a estas nuevas realidades familiares, los padres biológicos tienen que hacer de bisagras entre la familia biológica y la nueva realidad familiar para que haya un reconocimiento personal del niño.
-El niño es el elemento más débil en todo el proceso, y es muy peligroso que se le utilice como arma arrojadiza entre los padres para su beneficio, alerta la autora.
-Las nuevas formas de familia ha comportado que los hijos se sientan desubicados y paguen un precio muy caro.
-La presión a la que se ven sometidos los hijos de padres separados perjudica su formación futura.
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