viernes, 10 de octubre de 2008

Cada hijo en la mente

Los consejos de crianza y las reglas rígidas impuestas por los padres no contemplan que cada niño es diferente y que lo que es bueno para uno, no lo es para otro. Para dar a cada hijo lo mejor la clave está en saber leerles la mente, es decir, saber conocerlos.

Se dice: la estimulación es fundamental. Sin embargo, hay niños más activos, de temperamento más inquieto, a quienes la estimulación en exceso puede provocarles pataletas y llantos. Mientras que en niños más tranquilos ésta sí es fundamental. Entonces, “una misma acción puede ser tremendamente beneficiosa para algunos, pero para otros muy estresante”, señala el psicólogo infantil Felipe Lecannelier. Sin embargo, agrega, “los padres suelen tener una serie de reglas generales de crianza que las aplican a todos los hijos por igual. Así, si el papá es estricto piensa que todos sus hijos tienen que ser concentrados y autocontrolados, lo que no le resultará si alguno de ellos es más hiperactivo. Conclusión: lo esencial es tener en cuenta que todos los hijos son diferentes y cada uno necesita su propio sistema de crianza, de estimulación, de regulación”.

¿Cómo se logra? ¿Qué deben hacer los padres para evitar “echarlos a todos en el mismo canasto”?
- Leerles la mente a los hijos, que en términos simples tiene que ver con saber identificar las señales del niño para entender qué le ocurre y qué necesita. Este proceso llamado “mentalización” es considerado la base de toda buena crianza.

¿En qué consiste?
- La mentalización es una habilidad que todos -menos los autistas- tenemos y que tiene que ver con las caras y las reacciones que vemos para captar los estados internos. Intentar saber qué piensa, qué siente el otro es algo que hacemos todos los días, todo el rato, sin darnos cuenta, para poder conversar e interactuar. De hecho, se le ha llamado la psicología popular y su utilización en la educación de los hijos es tan relevante que se ha demostrado que aquellos padres que desarrollan cotidianamente esta habilidad natural suelen tener mejor vínculo con sus hijos y niños con menos problemas en la vida.
Y por el contrario, en padres que tienen problemas con un hijo, lo primero que se comprueba es que no son capaces de leerle la mente. Es decir, no lo ven, no lo atienden, no se ponen en su lugar, no lo tratan de comprender, sino que simplemente intentan actualizar en él una idea preconcebida. Esto se llama ceguera mental, que en el fondo es estar ciego a las necesidades del hijo.

¿Cómo se lee la mente? ¿Cómo evitar esa ceguera?

- A través de las siguientes etapas:
1. Atender al niño: lo más básico, mirarlo y orientar la atención hacia las cosas que hace.
2. Ver cómo es su expresión facial, qué dicen sus aspectos no verbales: ¿pone cara de rabia o de enojo?
3. Preguntarse qué puede estar sintiendo o pensando el niño. ¿Está con rabia, está frustrado o tiene miedo?
4. Tratar de explicarse qué pasó antes y después, por ejemplo, de la pataleta. ¿Peleó con alguien? ¿Algo no le resultó?

¿No es un proceso muy complejo?
- No, para nada. No hay que estudiar psicología para esto, lo hacemos todos los días sin darnos cuenta.
El 70% de los padres lo hace sin que se lo pongas en etapas. Pero para ayudar a quienes les cuesta es bueno explicarlo con pasos.

Después de mirar y entender qué le sucede al niño ¿qué sigue?
- Después vienen dos etapas un poco más complejas, pero también naturales en muchos padres. Éstas son:
> Cuando los papás se dan cuenta de lo que les pasa a ellos con sus hijos, es decir, se leen a sí mismos. Por ejemplo, se dan cuenta que si el niño se pone muy hiperactivo, ellos se enojan.
> La última etapa es la regulación, que implica que los padres una vez que saben qué le pasa al niño actuán según lo que sea más conveniente. Esta etapa es vital pues será la que permite educar al niño.

Conocer bien a cada hijo le da seguridad y autonomía a la padres para decidir qué hacer en cada situación, sin influirse por recetas estándares.

¿Qué beneficios tiene la mentalización?
- Que en vez de basar la crianza en recetas como “no tomes a tu hijo cuando llora” -que por lo demás, es un mito sin beneficios- lo que se hace es mirar al hijo cómo es, para determinar qué es lo que hay que hacer. Los niños son distintos y necesitan diferentes cosas, leerles la mente permite individualizarlos. Además, da a los padres autonomía y seguridad en lo que están haciendo. Es difícil que otros conozcan al hijo mejor que ellos.

¿Por qué hay padres que no desarrollan naturalmente esta habilidad?
- Se ha visto que esta capacidad tiene que ver con una transmisión intergeneracional. Entonces, cuando a un niño los padres lo atienden, le hablan, lo cuidan, además de leerle la mente naturalmente y crear un buen vínculo, le están enseñando la misma habilidad que después podrá ejercer él con sus propios hijos.
Quienes no son capaces de leer la mente de los hijos, en general, es porque no heredaron la habilidad y funcionan con pautas rígidas de crianza o se dejan llevar por consejos sin asidero científico.

¿Muchos de los problemas de crianza están dados por falta de esta habilidad?
- Casi todos. Se ha visto que hay una relación entre la falta de mentalización de los padres y los problemas de agresividad y comportamiento que tienen los niños.

¿Cómo es el resultado de una crianza basada en la mentalización?
- Se forman niños desenvueltos, capaces de manejar sus emociones y de comprender a los otros.

Felipe Lecannelier es psicólogo, Director del Centro de Estudios Evolutivos e Intervención en el Niño (CEEIN) de la Universidad del Desarrollo.

¿QUÉ LE PASA?
Intentar comprender qué le pasa a los niños evita catalogarlos de manipuladores, agresivos o malcriados. Es un giro interpretativo que busca conocer las causas profundas de sus conductas. Las señales de mal comportamiento varían según la edad:
> El primer año, por lo general, los problemas son por niños que no comen, que no duermen o duermen mal.
> Entre los dos y cuatro años empiezan los problemas clásicos de agresividad, pataletas y desobediencia.

UN EJEMPLO CONCRETO

Frente a una pataleta:

1. Mirarlo. Darse cuenta de que tiene pataleta.
2. Ver los aspectos afectivos: grita, está triste, le pega a alguien.
3. Inferir qué está sintiendo qué quiere hacer, qué necesita.
4. Ver qué pasó antes y después de la pataleta y calmarlo.

Desde | http://www.hacerfamilia.net

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