“El típico agresor sexual puede ser cualquiera. No existe una característica común de este tipo de persona, es decir un perfil determinado que lo sindique como tal. Pueden ser profesionales, ingenieros, abogados, comerciantes, policías, maestros, profesores, vagabundos, albañiles, médicos, etc. La característica que los une es su interés sexual respecto de niños, niñas y adolescentes, más que las particularidades sociales, culturales y económicas”, señaló la jueza Rosa Esquivel Iglesias de San Lorenzo.
Se pudo saber también que la mayoría de los depravados mantienen una vida sexual actva. Sólo a veces puede tratarse de personas impotentes o incapaces de manejarse normalmente con una mujer.
Otro dato no menos importante es que el abuso sexual infantil es concretado por miembros “confiables” de la familia del niño o adolescente. Esto se da en el 80% de los casos, desplazando al mito del viejo extraño o el degenerado del barrio, una posibilidad que no es descartada, pero que se da con poca frecuencia.
Según profesionales, los delitos se dan por dos circunstancias fácticas: accesibilidad y cercanía con la víctima.
“Las causas tratadas en el juzgado demuestran que los abusos sexuales se dan entre parientes, padres, tíos, primos, hermanos, padrastros, abuelos, etc. Por lo que existe entre víctima y victimario, una gran cuota de confianza y aprecio. Ello desemboca en una situación de miedo, pánico, terror y sobre todo de sometimiento”, explicó la doctora San Lorenzo .
Para muchos especialistas, una persona que decide violar a otra no es alguien “obsesionado” por el sexo ni busca la violación para procurarse placer sexual. Si viola, es porque ese acto representa para él la forma más representativa de sentir sobre otro el poder de una dominación física total y de una humillación psicológica extrema. Por eso, para el violador suele ser fundamental que la persona abusada esté siempre indefensa. En tanto por el lado de las víctimas se puede decir que el efecto de la violación es similar al de un disparo en el cerebro, que no mata, pero que deja secuelas de por vida. Inclusive acaba con lo más puro y verdadero de un niño, la inocencia de su espíritu. Algo difícil de recuperar.
No existe un perfil exacto del pederasta o del pedófilo, no se le distingue a simple vista, pero reproducen algunas características que sí resultan significativas. Por ejemplo, su acercamiento a los niños suele ser físico. Tras un primer contacto cuidadoso, para no asustar ni levantar sospechas, comienzan a tomar al menor, abrazarlo y “mimarlo”. Les invitan e incluso les colman de atenciones y regalos para generar en ellos un sentimiento de deuda. A los niños se les enseña que deben ser agradecidos y corresponder a los adultos (por educación) y los pedófilos se sirven de esta circunstancia. Buscan estar a solas de alguna manera con el niño o la niña para ir a más. Los violadores de niños siempre quieren más. Muchos de ellos tienen un nivel bajo de autoestima y se sienten mucho más seguros con los menores. Otros, en un porcentaje elevado, han sufrido abusos de pequeños. Un tercer grupo lo que busca es humillarlos y doblegarlos, posiblemente por haber sufrido antes desprecio de otros niños o niñas durante la infancia.
Perfil de un abusador sexual
Los delincuentes sexuales no siempre son los “viejos verdes” que se imagina. Un estudio reveló que son personas consideradas “normales” desde casi todos los puntos de vista. Muchas veces son personas respetadas, incluso aparentan firmes valores morales y religiosos. A veces, el depravado es un joven menor de edad. La mayoría de estos delincuentes niegan el abuso con vehemencia. Sólo bajo evidencias legales y presión, algunos aceptan la acusación parcialmente, pero afirman que: “no fue nada grave, nada de importancia”. “No le hice daño”. “La culpa fue suya”. Cuando se ven descubiertos suelen afirmar que lo sienten muchísimo, que nunca lo volverán a hacer, que ocurrió porque estaban borrachos o drogados. Los delincuentes sexuales son muy convincentes, hasta tal punto que quizás hagan dudar seriamente del menor. Pero hay que destacar que las niñas y niños no mienten sobre una cuestión tan grave, ya que poco o nada sabían sobre el sexo y su lenguaje. A pesar del remordimiento que puedan sentir los delincuentes sexuales, la experiencia determina que suelen reincidir y repetir sus abusos, a no ser que intervenga alguien y los frene. Prácticamente ninguno desistirá voluntariamente sino que necesitará una intervención judicial.
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