El trabajo, que se publica esta semana en la revista 'Human Reproduction', entrevistó a las mujeres entre los años 1996 y 1998. Todas ellas se encontraban en las 10 primeras semanas de gestación y rellenaron un cuestionario para conocer su estado depresivo según una escala preestablecida. Alrededor del 41% de ellas dio muestras de padecer depresión moderada o grave.
Una vez que ya habían dado a luz, los investigadores volvieron a contactar con ellas. Para su sorpresa, aquellas que habían tenido signos de depresión en los primeros meses de embarazo eran las que mayor riesgo presentaban de tener un parto prematuro (antes de la semana 37). Concretamente, aquellas con signos leves o moderados tenían hasta un 60% más de riesgo de alumbrar antes de tiempo, mientras que en aquellas con signos depresivos más graves esta cifra se elevaba al 100%, es decir, tenían dos veces más riesgo de tener un niño prematuro que las mujeres sin rastro de depresión.
Los autores, procedentes del Centro de Investigación Kaiser Permanente (con sede en Oakland, California), subrayan además que sólo el 1,5% de las participantes de la muestra tomaba algún fármaco antidepresivo durante el embarazo, lo que refuerza aún más la contundencia de sus resultados y excluye la posibilidad de que estos productos hayan interferido de alguna manera en los resultados. "La depresión posparto ha sido ampliamente estudiada, pero hasta ahora se sabía menos de lo que ocurre cuando la depresión se produce durante el embarazo", reconocen los investigadores.
El efecto que observaron era más pronunciado en las mujeres con un bajo nivel educativo, las que tenían obesidad, problemas de fertilidad o que habían sufrido algún evento traumático o estresante. "Lo que demuestra que el riesgo de partos prematuros puede estar influido por factores sociales, demográficos, reproductivos y relacionados con el estrés".
Aunque el estudio no aborda en profundidad el porqué de este fenómeno, se atreven a aventurar que puede tener relación con factores hormonales y biológicos. "La prematuridad es la principal causa de mortalidad infantil, y a pesar de eso seguimos sin saber sus causas. Lo que sí sabemos es que un embarazo saludable requiere una placenta sana, y ésta está influida por hormonas, que a su vez están reguladas desde el cerebro", sugiere uno de los autores, el doctor DeKun Li. Algunos estudios previos, explican, ya habían señalado la que los estados de ánimo de la madre pueden influir en los niveles hormonales y la funcionalidad de la placenta, de manera que "es biológicamente plausible que la depresión interfiera asimismo por esta vía y a través del sistema inmune materno".
De hecho, sospechan que la depresión materna podría interferir con algunos circuitos neuroendocrinos que, a su vez, podrían repercutir en el estado de la placenta de estas mujeres. Por ello, recomiendan que la depresión prenatal comience a tomarse en serio en las consultas, como un modo indirecto de reducir las tasas de nacimientos prematuros. "Estas intervenciones podrían centrarse en mujeres con bajo nivel educativo, que hayan tenido problemas reproductivos previamente y que sufran algún elemento estresante", sugieren los investigadores.
Desde | El Mundo
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