lunes, 15 de diciembre de 2008

La Fiebre en Bebés y Niños

Qué es la fiebre y por qué se produce?

La fiebre es quizás una de las alteraciones más comunes que sufren nuestros bebés. La Fiebre aparece como mecanismo de rechazo y defensa en contra de gran variedad de organismos que atacan de una u otra forma el cuerpo del bebé. Consiste en un aumento de la temperatura normal del cuerpo. Esta se considera normal entre los 37° y los 37.4°, siendo a partir de 37.5° que se considera como cuadro febril. Sin embargo estos valores pueden variar de acuerdo a la edad, actividad, el clima y el momento del día. Por eso es importante observar muy bien si el bebé presenta otros síntomas para asegurar que se trata o no de fiebre.

Este aumento de la temperatura desequilibra el organismo pudiendo provocar otras molestias, como dolor de cabeza, pesadez general, sensación de escalofrío y deshidratación. En este sentido se entiende la fiebre como un efecto y no como la causa. Al igual que la diarrea son medios de defensa que activa el cuerpo para tratar de eliminar cualquier organismo patógeno que esté causando alteraciones en el mismo.

Para entender mejor el proceso de la fiebre tomemos como ejemplo lo siguiente: la gripe es la enfermedad, ésta es causada por virus amplios en variedad, unos mas fuertes otros mas débiles, pero atacan al cuerpo de manera muy similar. Una vez alojado en el cuerpo del bebé, entrar en acción un mecanismo de defensa para combatirlo, para ello eleva la temperatura corporal (proceso que se conoce como fiebre), con el fin de crear condiciones no aptas para que el virus sobreviva, como sabemos estos organismos tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir y reproducirse en temperaturas mayores a 37.5°.

Desde este punto de vista la fiebre está realizando una acción positiva para la salud del bebé y no es considerada como una enfermedad, pero también puede afectar el metabolismo normal, generando otras alteraciones que deben ser controladas y tratadas adecuadamente.

No se debe tratar de eliminar la fiebre, recordemos que este proceso está realizando una labor importante en contra del virus o bacteria que la causa, el objetivo es controlarla para evitar que las altas temperaturas sean causa de otras afecciones.

Consejos para controlar la Fiebre en Bebés y Niños
  • Bañar al bebé con agua tibia. Se puede colocar agua tibia en una bañera, luego meter al bebé y tratar que el agua llegue a nivel del ombligo del bebé, luego con la misma agua frotar el cuerpo del bebé utilizando un paño suave, esto permitirá que los poros se dilaten y ayuden al descenso de la temperatura. El baño puede durar unos 15 minutos o de acuerdo al animo del bebé.
  • No abrigar demasiado al bebé, al contrario se debe tratar de mantener con ropa muy ligera, para permitir un ambiente fresco.
  • Nunca utilizar el alcohol u otra sustancia fría para tratar de bajar la fiebre, está comprobado que éstas sustancias contraen mas los poros y pueden empeorar las condiciones causando temblores haciendo que el cuerpo eleve mas la temperatura.
  • Dar abundante líquido, más frios que cálidos pero adecuados para ser consumidos por el bebé, recuerda que las fiebres pueden hacer perder bastante liquido a través de la sudoración y es muy importante mantener hidratado al bebé.
  • En cuanto a los medicamentos, generalmente se utiliza el acetaminofeno (paracetamol), pero no debe ser automedicado, y mucho menos cuando no se sabe la causa de la fiebre. Por eso es importante acudir al pediatra ya que es el indicado para determinar que medicamento puede ser usado luego de haber detectado la causa de la fiebre.
Una de las complicaciones que comúnmente preocupan a los padres cuando el bebé presenta fiebre alta es la posibilidad de que presenten convulsiones febriles. Las convulsiones febriles son espasmos musculares que se pueden producir en ambos lados del cuerpo, generalmente son breves y ocurren una vez en 24 horas, sobre todo cuando la temperatura comienza a aumentar repentinamente. Por lo general las convulsiones febriles no producen daño alguno al bebé, pero puede ser sumamente aterradora para los padres. El cuerpo del bebé se endurece, revuelve los ojos y no responde cuando le hablan. En otros casos, el niño puede caer al piso y sacudir bruscamente los brazos y piernas.

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