Parir siempre nos deja en medio de una vida que se parece poco a la que teníamos. Ser madre, a la vez que hace padre a nuestro hombre e implica un integrante nuevo en la familia, es una especie de conmoción general interna y externa.
Hay tantos post-partos como hijos han nacido en este mundo, pero a la vez cada cultura se prepara para vivirlo de una forma diferente. Intentemos vivir el nuestro lo mejor que sea posible.
EL TSO YUEH-TZU, que quiere decir "Hacer el mes", es el modo especial en que las madres chinas viven en la actualidad y, desde hace dos mil años, los treinta días que le siguen al parto. Todo se prepara para que en ese período la nueva madre se entregue al descanso, la buena alimentación, el cuidado de su cuerpo y el reconocimiento de su nuevo hijo. Sus familiares más directos, generalmente los abuelos del niño, se organizarán para asistir a la puérpera en todo lo necesario, a la vez que también utilizan este tiempo para adoptar con afecto al nuevo descendiente.
La madre y su bebé ocupan en la China, y especialmente en esta etapa, un lugar preponderante que a todos les es un honor cuidar; vienen desde lejos e invierten tiempo y dinero en este privilegiado tso yueh-tzu.
Si bien la mujer china trabaja mucho en su casa y queda en general relegada aún comiendo en ultimo término durante esta tradición todo cambia. Ella adquiere un protagonismo inusual y le es permitido olvidar por completo los quehaceres de la casa y alimentarse con los platos más sofisticados y costosos.
Si bien esta costumbre data de la disnastía Chin (221-206 a.C) actualmente se sigue practicando, aún en aquellas familias que no disponen de sus parientes o que los tienen en otras ciudades.
Para esto surgieron instituciones que reemplazan la ayuda familiar y ofrecen personal apropiado para cuidar a los bebés y a sus madres. El costo diario de estos lugares es altísimo, pero además de la habitación para la madre y otra para el niño ofrecen diferentes opciones de recreación como peluquería, masajes, charlas de preparación, entre otras.
Nutrirse para nutrir
La comida más común durante el tso yueh-tzu es el ma-yu chi (pollo con aceite de sésamo). A principios del siglo XX, durante el embarazo de la mujer, se criaban los pollos alimentados especialmente con granos de arroz remojados en licor kaoliang, para luego disponer de ellos durante el puerperio.
Las hortalizas están prohibidas y sólo se bebe vino de arroz, pues el agua está considerada altamente peligrosa. También se recomienda no bañarse ni lavarse el cabello durante toda la treintena.
No olvidemos que esta tradición es tan antigua que seguramente arrastra consigo conceptos que en ese momento podían significar peligros reales. El riego de vegetales, la higiene y la ingesta de agua con contaminación podían afectar la salud de la madre. El cumplimiento riguroso de esta serie de rituales le otorga a la reciente mamá un grado de tranquilidad que la acompaña en su nuevo camino.
Cómo lograr un post-parto especial
No crean que estoy delirando y que no sé que no estamos en la China y olvidé de pronto qué diferentes somos.
Traigo este ejemplo, que atesoro desde hace unos años y comparto con las futuras mamás en el momento de la reflexión de los cursos que coordino, porque creo podemos aprender muchísimo de él.
No se trata de que nuestra suegra se ponga a criar pollitos ni de que nos hagamos adictas al vino de arroz.
Tampoco se trata de que por un mes -como hacen las familias chinas más tradicionales- estemos confinadas en nuestra casa o aún más, en nuestro cuarto.
Se trata de imitar lo que tiene que ver con darse un tiempo.
Darse un tiempo es la clave de un post-parto "feliz" en un sentido amplio; respetar la transformación que el cuerpo atraviesa durante esta etapa, el cual debe recobrar la memoria de lo que ha sido y quedar en buen estado para criar al bebé y retomar el ritmo propio.
La vida espera que la mujer se ponga bien para estar a tono con todas las demandas que va a hacerle posteriormente.
Darse un tiempo y permitirse recibir ayuda.
Los seres queridos más cercanos, sobre todo las abuelas o alguna tía o amiga que ya hayan sido madres, pueden transformarse en la mano ideal que nos ayude a atravesar ese puente invisible que hay que pasar sí o sí, para transformarse de hija en mamá.
Abrirse a la colaboración de los demás, al consejo a la palabra que puedan acercarnos, es una buena alternativa si también podemos escucharnos; y si no tenemos familia o no nos es suficiente, siempre habrá profesionales dispuestos a ayudar.
Si no nos hacen ma yu chi, nos harán pastel de papas o en lugar de la sopa de melocotón nos darán malta o levadura de cerveza. Organicemos el post-parto con nuestros propios rituales. Nos ayudará a bajar la ansiedad que provoca la nueva experiencia.
Creemos nuestro propio orden y nuestro propio menú. Estemos por lo menos una semana en pijama, o con el camisón más cómodo que encontremos, no nos acicalemos para hacer sociales, ya va a haber tiempo para eso.
Imitemos un poco a los chinos en nuestro puerperio, escuchemos nuestras necesidades y las del bebé, concentrémonos en nosotros. Para todo lo demás tenemos la vida por delante.
Revista Bebé a Bordo
Directora: Lic. Adriana Penerini
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