Elogio del aburrimiento infantil: importa que el hijo no tenga nada que hacer. Importa ese momento de la jornada en que no está en el colegio, no tiene clase de fútbol o ballet, no está aprendiendo a tocar el piano ni la flauta ni el oboe, tiene los deberes hechos y la consola apagada, el ordenador está en manos del padre o de la madre y todo tiene un aspecto que tiende al vacío. Importa entre otras cosas porque es cada vez más raro, y porque ante esa especie de obsesión paternal por tener unos hijos con algo parecido a una agenda, es decir unos hijos ocupados, o bien porque se entretienen o bien porque estudian, los psicólogos han acabado por pedir que vuelva el aburrimiento. Que se aburran los niños, por favor. Que se aburran, a ver si de golpe, quién sabe, se les ocurre algo.
"Al niño siempre le están diciendo lo que tiene que hacer --explica Mónica Dósil, psicóloga de ISEP Clínic--. Hay tanta conciencia pedagógica sobre los menores y tanta información sobre lo que hay que hacer con ellos..., y los padres la ponen en práctica. Inconscientemente, fomentan la dependencia. Siempre le están diciendo al niño cómo emplear su tiempo, se lo dan todo masticado y así le roban le autonomía".
Puede que sea la generación de los niños que carecen de tiempo libre, la que se está perdiendo el placer de no hacer nada o, al menos, de hacer lo que les venga en gana. Pero no: vuelan de un lado a otro los consejos sobre lo que hay que hacer con ellos, cómo educarlos mejor e incluso cómo mantenerlos ocupados. Y el efecto, según advierten los profesionales del ISEP, es nefasto: algo que llaman "la inteligencia anestesiada".
"Se les anula la inteligencia porque no tienen nada en qué pensar, porque ya todo está pensado. Los padres se asustan mucho cuando advierten que sus hijos se aburren, pero lo ideal es que el niño tenga ese hueco, que en realidad es un hueco en su cabeza, en su tiempo, un espacio para pensar, para decir: '¿Qué hago? ¿Qué puedo hacer?'. Igual empieza simplemente deambulando por ahí, pero igual acaba cortando papeles, como antes --explica Dósil--. La diferencia con el pasado es que antes el menor estaba desprotegido, pero ahora hay tanta atención que sin duda acaba sobreprotegido".
EL PROBLEMA DE LA INICIATIVA
El problema está directamente relacionado con la creatividad. "No se trata de decir a los niños: 'Siéntate y abúrrete', claro. Se trata de que se aburran para pensar, que tengan tiempo libre para que se les ocurran cosas". No existe constancia de que Dalí haya sido un niño aburrido, pero a nadie le cabe duda de que tuvo mucho tiempo para pensar, en la niñez o en la adolescencia o en la juventud: en algún momento (y más tarde, por descontado, en su excéntrica vejez).
"Vemos cada vez más casos de menores que padecen una cierta pérdida de la autonomía --dice la psicóloga--. Y no hablamos de niños muy pequeños, hablamos de que tienen entre 8 y 10 años. Creo que los padres deberían pensárselo dos veces cuando, por ejemplo, se suben todos en el coche y a los niños les ponen una película para entretenerlos. O les dan una revista. Su tiempo está completamente rellenado, incluso ese, porque los padres lo rellenan con todo lo que ven y oyen por ahí".
La estrategia es sencilla: menos fútbol, menos ballet, menos flauta, menos televisor, menos ordenador... menos algo, lo que sea, a ver si el niño en el ocio piensa, tiene ideas; alguna iniciativa; algo solo suyo.
Desde El Periodico
2 comentarios:
Y que decir que no os diga nunca ???
Que muchas gracias por la información...teneis un blog estupendo porque nos haceis saber cosas bastante interesantes...
Gracias Jenny !!!!
comentarios como estos dan animos para seguir!!!
Publicar un comentario