El 26 de julio se celebra la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María, y los abuelos de Jesús. Debería ser, por tanto el día de los abuelos, aunque no se haya institucionalizado en exceso. Al menos este día puede servirnos para meditar sobre la figura de los mayores de nuestra familia, sobre sus necesidades y las nuestras respecto a ellos.
En todas las culturas a lo largo de la historia la figura de los abuelos ha sido altamente valorada, respetada y protegida, al representar a aquellos que ostentaban el título de patriarcas, grandes, mayores, o jefes, es decir, los de mayor edad, los de más experiencia, los honorables. Han servido y sirven de ayuda a padres inexpertos o débiles en la vivencia de su realidad matrimonial, a padres necesitados de abuelos para cuidar a sus hijos en algunos momentos o en todo momento, a hijos de padres que no ven a sus padres por exceso de trabajo o de frivolidad. Tantas cosas…
En occidente hoy los abuelos no son tratados como en las culturas orientales y africanas. En los países industrializados los abuelos sobran en muchos casos. No se les visita, se les deja solos en vacaciones, se les aísla en residencias aun sin ser estrictamente necesario. Conozco varios casos de familias, también numerosas, que no visitan a sus abuelos, incluso viviendo éstos en la misma ciudad. Algo está pasando. Probablemente los padres no hablamos suficientemente a nuestros hijos sobre sus abuelos. Tal vez estemos cansados de trabajar, de las tensiones profesionales, de nuestros propios hijos que dan guerra al llegar a casa. No sacamos tiempo para hacer ver a nuestros pequeños y a nuestros adolescentes que los abuelos son un punto de referencia importante en su vida. Un abuelo siempre merece ser tenido en cuenta como alguien que ha pasado por la vida habiendo creado una familia de hijos y nietos. Es quien nos dio la vida y no podemos olvidarle. Es también en quien vamos a ver pasar el tiempo, y a quien probablemente dentro de no mucho llegue la muerte, haciéndonos entender que la vida humana no es para siempre. El abuelo es en este sentido una figura humana hacia la trascendencia.
Me gusta contemplar alguna de esas escenas de abuelo y nieto charlando despacio, sentados en el parque. No me refiero a un mitin del grande al pequeño, sino a una charla curiosa en la que uno y otro se preguntan cosas a su nivel y responden como pueden. Si esto se logra hay que felicitar al abuelo, porque no es fácil ponerse al nivel del niño o del adolescente.
Curiosamente hoy se ven también bastantes abuelos que apenas desean ver a sus nietos. Llaman por teléfono a sus hijos de vez en cuando para ver si están bien los nietos, pero no desean el contacto con ellos. Son abuelos sanos que desean vivir su vida muchos años más. Los nietos cuando están con ellos sienten una cierta distancia, aunque por ser nietos e inferiores, se pegan a los abuelos con cariño. Dan más amor en tal caso los nietos que los propios abuelos.
Hay industrias que viven de las necesidades de ocio de los abuelos. Pero lo que los abuelos necesitan es cariño y respeto. De sus hijos, de sus nietos, de la sociedad. Que nadie les haga ver que sobran. Que todos puedan contar con ellos. El exceso de bailes organizados no solucionará el problema. Los hijos y nietos deberían encontrar parte de la respuesta a las preguntas clave de la vida en los abuelos, así como aprender a contemplar en ellos el paso del tiempo y la llamada a la trascendencia.
Desde | Universidad de Navarra
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