lunes, 20 de julio de 2009

Embarazada durante el Nazismo: el infierno en la tierra

Hace unos dias comente en mi blog personal un libro que habia leido y que me habia dejado muy impactada. Hablaba de "Los hornos de Hitler", de Olga XXXX.

Unos de los capitulos me impactó mucho más aun que los otros. Tiene por título "Nacimientos Malditos". Para leerlo, solo deben picar en "leer más" que ven a continuacion de estas lineas.

ADVERTENCIA: es una narracion cruda, crudisima sobre lo que se vivio en ese momento historico. Y esta relatado por la misma protegonista de los hechos. Para las que puedan terminar de leer el relato, les tengo una pregunta que me da vueltas en la cabeza desde que lo lei.

Nacimientos Malditos

El problema más angustioso que teníamos al atender a nuestras compañeras era el que nos planteaban los alumbramientos. En cuanto nos llevaban a la enfermería a un recién nacido, tanto la madre como la criatura eran mandadas a la cámara de gas. Así lo habían dispuesto nuestros amos. Sólo cuando el bebé no tenía probabilidades de seguir viviendo o cuando nacía muerto, se perdonaba la vida a la madre y se la permitía regresar a la barraca. La consecuencia que sacábamos de aquel hecho era muy sencilla. Los alemanes no querían que viviesen los recién nacidos; si vivían, también las madres tenían que morir.

Las cinco sobre las cuales recaía la responsabilidad de ayudar a nacer a estos niños y sacarlos al mundo —al mundo de Birkenau-Auschwitz— sentíamos el peso de aquella conclusión monstruosa, que desafiaba todas las leyes humanas y morales. El que careciese además de sentido desde el punto de vista médico no importaba de momento. ¡Cuántas noches pasamos en vela, pensando una y otra vez en este trágico dilema y dándole vueltas en la cabeza! Al llegar la mañana, las madres y sus criaturas iban a morir.

Un día, nos pareció que habíamos venido comportándonos con debilidad desde hacía bastante tiempo. Por lo menos, teníamos que salvar a las madres. Para ello, nuestro plan sería simular que los niños habían nacido muertos. Pero, aún así, había que tomar muchas precauciones, porque si los alemanes llegaban a sospecharlo, también nosotras iríamos a parar a la cámara de gas... y, probablemente, a la cámara de tortura primero.
Cuando se nos comunicaba que alguna mujer había empezado a sentir dolores de parto durante el día, no llevábamos a la paciente a la enfermería. La extendíamos sobre una manta en una de las koias de abajo, en presencia de sus compañeras.

Cuando los dolores le comenzaban de noche, nos aventurábamos a trasladar a la mujer a la enfermería, porque al amparo de la oscuridad, podíamos proceder con relativa seguridad. En la koia casi nunca estábamos en condiciones de hacer a la paciente un reconocimiento regular. En la enfermería teníamos nuestra mesa de reconocimiento. Es verdad que carecíamos de antisépticos y que había un enorme peligro de infección, porque era la misma habitación en que curábamos heridas purulentas.

Pero, desgraciadamente, al recién nacido no le podía tocar otra suerte. Después de tomar todo género de precauciones, cerrábamos con pinzas la nariz del infante y cuando abría la boca para respirar, le suministrábamos una dosis de un producto mortal. Hubiese sido más rápido ponerle una inyección, pero podría dejar huellas, y no nos atrevíamos a inspirar sospechas a los alemanes.

Colocábamos al niño muerto en la misma caja en que nos lo habían traído de la barraca, si el parto había ocurrido allí. Por lo que hacía a la administración del campo, aquello pasaría como el nacimiento de un niño muerto.

Y así fue como los alemanes nos convirtieron también a nosotras en asesinas. Hasta hoy mismo, me persigue el recuerdo de aquellos nenes asesinados. Nuestros hijos habían perecido en las cámaras de gas y cremados en los hornos de Birkenau, pero nosotras disponíamos de las vidas de otros antes de que pudiesen emitir su primer vagido con sus minúsculos pulmones.

Con frecuencia me pongo a reflexionar qué destino esperaría a aquellas criaturas, asfixiadas en el mismo umbral de la vida. ¿Quién sabe? A lo mejor matamos a un Pasteur, a un Mozart, a un Einstein. Pero, aunque aquellos niños hubiesen estados destinados a pasar una vida oscura, nuestros crímenes no dejaban de ser menos terribles. La única compensación y consuelo que nos quedaba era que gracias a aquellos asesinatos, salvamos la vida de las madres. Sin nuestra intervención, hubiesen sido víctimas de males peores, puesto que los hubiesen echado vivos en los hornos de los crematorios.

Sin embargo, procuro en vano aquietar mi conciencia. Sigo viendo a aquellos infantes salir del vientre de su madre. Todavía siento el calor de sus cuerpecitos en mis manos. No salgo de mi asombro al ver lo bajo que aquellos alemanes nos hicieron caer.


Y aqui viene mi pregunta, la gran duda que arrastro desde hace dias...

No cabe duda ni se cuestiona el martirio por el que pasaron estas personas. Tampoco me quedan dudas de que realmente el recien nacido iba directo a la camara de gas, junto a su madre. Pero... el matar al recien nacido para salvar a la madres es justificable?

Toda esta gente que pudo sobrevivir se merece haber ido derechito al Paraiso... pero la autora del libro y sus compañeras... lo habran conseguido?

Habrán obtenido el perdón de Dios?

Yo no lo sé. Ustedes?

Desde | Soy Mamá Blog

2 comentarios:

Hola. Somos Nancy y Matías. dijo...

Uf, creo que me va a costar conciliar el sueño después de leer esto. Yo no hubiese pasado del prólogo de este libro. Con respecto a tu pregunta: creo que estas mujeres prefirieron matar a las criaturas de una manera "piadosa" llamemosle. Es decir, rápido y sin sufrimiento alguno, cosa que no hubiese pasado a mano de los animales nazis. Con respecto a salvar una madre, habrá que ver si luego quedaban en condiciones de trabajar y servir como sus amos querían, porque si no era asi solo vivió un poco más.

Angeles la orgullosa MAMA DE 3 dijo...

BUEENO AMIGAA..ESTE LIBRO ME LO SE DE MEMORIA..LO E LEIDO DE PIES A CABEZA UNAS 4 VECES Y LO UNICO K SIEMPRE RONDO POR MI CABEZA ES SABER CUANTO SUFRIMIENTO, CUANTA MALDAD, CUANTA CRUELDAD JUNTAA HUBO, NO LA PUEDE UNO CONSEVIR Y JAMAS, JAAMAAAS SEREMOS CAPASES DE SABER NI UN TANTITO LO K ESTAS PERSONAS SOBRVIVIENTES Y LAS K NO, PASARON, ASI K NO SOY CAPAS NI DE IMAGINAR CUANTO SUFRIMIENTO Y DOLOR TUBIERON K PASAR ESTAS MADRES PARA LLEGAR A ESTAS CONCLUSIIONES...TENDRIAMOS K VIVIRLO PARA SABER¡¡¡