Es común que el niño de 4 años pregunte a su madre si puede invitar a un amiguito a casa después del colegio. Y es que a esta edad el pequeño dispone de unas habilidades sociales que facilitan el juego comunitario. Le resulta más fácil compartir los juguetes porque tiene un sentido del “yo” más asentado que hace un año, cuando dejar un juguete a otro niño era casi el equivalente a prestarle una parte de sí mismo. Ahora ya no lo siente así.
Es capaz de renunciar a una idea suya para que el juego prosiga: “Bueno, jugamos a la pelota en vez de ir a los columpios”.
Sabe negociar y hacer tratos: “Te dejo poner tus coches ahí si tú me dejas colocar mis camiones en este otro lado”.
Su habilidad verbal es mayor y dispone de palabras para expresar lo que quiere, lo que desea y lo que le gusta.
Tu ayuda es esencial
Pero también hay niños que presentan dificultades para conectar con los demás. Esto puede deberse a que son emocionalmente inmaduros o muy introvertidos, a que no han tenido demasiadas oportunidades para estar con otros niños, a que su habla es retrasada para su edad, a que les cuesta entender las normas sociales.
En cualquier caso, estos niños necesitan ayuda para saber cómo participar. Si tu hijo es uno de ellos, explícale que la manera más fácil de acercarse a otros niños es recurriendo a frases tan sencillas como “¿puedo jugar yo también?” o “¿me prestas tu juguete?”.
Tu hijo está pasando ahora a un ambiente social más complejo, lo que implica que sus relaciones empiezan a ser más intensas y, como consecuencia, también sus emociones. Descubrirá lo que es el amor, el compañerismo, el compartir. Pero también el engaño, la decepción y el rechazo.
Si a tu hijo le sucede, puedes ayudarle de dos maneras: mostrando interés por lo que le ha pasado y explicándole lo que siente para enseñarle a discernir entre sus muchas emociones. Así se comprenderá mejor a sí mismo y también entenderá mejor el comportamiento de los otros, lo que aliviará notablemente su sensación de malestar.
¿Y si siempre está solo?
Es normal que sufras si observas que tu hijo no tiene amigos, pero en lugar de limitarte a sentir pena, actúa. Para ello, analiza su situación y su manera de comportarse cuando hay niños cerca.
Puede que todavía no sea lo bastante maduro como para entablar una relación. En este caso, para él será suficiente con observar el juego de los demás; éste es su modo de participar por ahora y se siente bien así. Con el tiempo se lanzará a realizar las mismas actividades que el resto, como uno más, y empezará a hacerse amigos.
Por el contrario, si tu hijo te dice que está triste porque no tiene amigos y verdaderamente es así, ponte manos a la obra inmediatamente: invita con cierta frecuencia a algún compañero de su clase a casa, queda con vecinas que tengan niños de la edad del tuyo, llévale al parque todos los días un ratito y pide a su profesora que le siente al lado de algún niño que sea muy abierto.
La influencia de la personalidad
El niño extrovertido sabe relacionarse muy bien, pero se llevará decepciones que hay que ayudarle a encajar. El tímido necesita tiempo y ocasiones para entablar contactos. Observa el juego antes de participar.
El líder está siempre rodeado de amigos. Hay que explicarle cómo viven las situaciones los demás, porque su afán por organizar puede llevarle a ser muy exigente.
El niño seguidor participa en los juegos que idean otros. Es importante animarle a desarrollar su propio criterio. El solitario no necesita compañía para estar a gusto. Hay que respetarle, pero conviene propiciar sus contactos apuntándole a actividades y evitando que abuse de la tele.
Desde | El Semanal Digital
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