El creciente número de casos de confusión de infantes en hospitales de la institución ha provocado daños emocionales a las familias involucradas y parece producto de la negligencia.Miriam siente que traicionará a esta “hija” suya que abraza ahora, cuando pueda tener entre sus brazos para el resto de su vida a la hija que en realidad sí gestó en su vientre. A sus 17 años ya es madre de dos niñas: la que creció en su interior, que hoy no está con ella, y la que sostiene mientras charla en la sala de su casa y que le es ajena biológicamente. Sin embargo, es a esta a quien ha abrazado, arrullado, alimentado y dado amor desde hace casi medio año.
Nota: Los nombres completos de las involucradas y sus familiares fueron omitidos a solicitud de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia (Prodemefa) para no generar un mayor impacto emocional.
La nena, a la que mira con amor joven de madre adolescente, nació de otra mujer: Gloria, quien en otro punto de la ciudad de Mérida es “madre” de la hija de Miriam. Desde octubre de 2009 ambas han padecido el resultado de un descuido en el Hospital Ignacio García Téllez, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de Yucatán (Mexico) que consistió en el intercambio de las recién nacidas, problema sin resolver hasta la fecha y que ha impedido a cada una recuperar a su hija.
La madre adolescente se enreda cuando intenta describir lo que siente, pero con sólo mencionarle al personal y a los directivos del Hospital del IMSS, donde nacieron su hija y la de Gloria, se llena de coraje, le cambia la mirada y se le agrava la voz: “Ya los denunciamos y vamos a dejar la denuncia porque no se vale lo que nos han hecho”. Y cuenta la historia que se remite a la noche del 24 de octubre de 2009, cuando disfrutaba observando a “su hija” en una cama del área de ginecología y un médico le informó que aparentemente había ocurrido un “accidente” y le habían entregado la criatura equivocada. Gloria estaba también ahí, con la otra nena en brazos, pero no quiso creer lo que oía; dijo que ésa era la suya y se fue.
Al día siguiente le dijeron a Miriam y a Magali que sospechaban que sí había ocurrido el intercambio. Les pidieron calma y sobre todo —recuerda con más coraje la abuela”, discreción: “Nos pidieron que no dijéramos nada, que no lo hiciéramos público”. Tampoco les ofrecieron gran ayuda. “Nos echaron la bolita a nosotros… dijeron que no podían hacer nada más que decírnoslo y que nosotros buscáramos a la señora Gloria y cambiáramos a las niñas, así, nada más”, añade Miriam. Su padre, en el comedor, suelta los cubiertos e interrumpe su comida: “Perdón que me meta, pero les dejaron todo a ellas, se desentendieron y no les importó. Pero ellos tienen la responsabilidad, no las mamás”.
Sin embargo, no existía seguridad sobre la confusión y no la hubo durante los 30 días siguientes, hasta que en noviembre les fue notificado formalmente mediante un documento que existía “una duda razonable” de intercambio entre las hijas de Miriam y Gloria y que, para despejarla, les ofrecían realizar una prueba de ADN. Ya en casa, con la niña asimilando su entorno y convirtiéndose en una integrante más de la familia, debieron esperar hasta el 17 de enero por los resultados de la prueba que mostraba la inexistencia de una relación genética entre la madre adolescente y la nena. Una segunda muestra analizada también en el IMSS definía que la bebé tenía 99.99 por ciento de posibilidades de ser hija de Gloria.
La comunicación se avivó de inmediato entre Miriam y Gloria. Confundidas, según cuenta la primera, buscaron la manera de encontrarse, de hablar y de buscarle una solución a todo el enredo, desesperación y dolor que había provocado lo que el IMSS, en medio de la negativa a dar más información, ha calificado como un “error humano”. El hecho atrajo la atención de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia (Prodemefa) del DIF estatal, a cargo de Celia Rivas Rodríguez, quien intervino directamente poniéndose en contacto con ambas madres y tratando de llegar a una solución que cubriera no sólo las expectativas emocionales de ambas, sino también un trasfondo que había sido ignorado por las dos y por los directivos de la clínica del IMSS: la custodia legal. Porque las bebés ya estaban registradas y tenían, cada una, su respectiva acta de nacimiento.
Cumplir la ley
El proceso se vislumbra largo: primero hay que terminar de conciliar entre las familias y llegar a acuerdos para que puedan comenzar a visitarse, a ver cada a una a su hija biológica, entender el cómo y el por qué de lo ocurrido y, sobre todo, establecer una relación entre ambas madres que difícilmente se extinguirá. Todo además de proceder contra los responsables del error, que derivó en el sufrimiento de ambas madres, una vez confirmado que legalmente se vulneraron los derechos de las niñas, según expuso Rivas Rodríguez.
A la espera...
Miriam y Magali se miran una a otra frente a la pregunta: ¿qué sigue para ellas, para las niñas, para Gloria? “Mantener una relación, creo”, dice Miriam. “Es que tendrá que ser así”, respalda su madre. Ambas están conscientes de que también Gloria, su esposo y sus otros dos hijos difícilmente querrán romper el lazo que ya hicieron con la niña, a la que han cuidado como parte de la familia. Darle vueltas a la idea de que ese momento llegará, el del intercambio final, le elimina toda sonrisa a Miriam; sin embargo, esboza una al momento de mirar a la nena en brazos de su madre. “La verdad siento de todo, de repente pienso que todo va a salir bien, pero luego que cuando ella —la bebita— no esté y sea otra carita la que tenga que ver”. Los ojos de Magali se anegan mientras escucha a su niña, una adolescente que no planeaba nada más que asumir su maternidad felizmente con su pareja y el apoyo de sus padres. Miriam entrecruza los dedos, suspira, estira las piernas, suelta las manos de nuevo, se rasca un hombro y las vuelve a unir con cierta fuerza. “Cada vez que la he podido ver —a su hija natural—, cuando quisiera que ya estuviera conmigo, siento que traiciono a esta chiquita, porque es mi hija, no puedo verla de otra forma. Las dos son mis hijas. Las dos son hijas de la señora Gloria, son nuestras”, añade.
“Y yo tengo dos nietas”, suma Magali, destrabando la mueca de molestia, dolor y coraje que había sostenido mientras escuchaba a su hija contar lo ocurrido. Al igual que ella, está consciente de que muy posiblemente ambas formarán parte de una nueva familia que quizá no habían imaginado, o no hubiesen querido tener. Al menos no como ocurrió.
Desde | Periodico El Milenio
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