La inflamación de la mucosa que recubre las fosas nasales, en los niños reconoce como principal causa a las infecciones virales, sobre todo en épocas invernales. Las rinitis alérgicas le siguen en frecuencia, con una mayor incidencia en primavera, relacionadas con el polen de las plantas, pero también ocurren durante el invierno.
En este último caso son desencadenadas por el polvo domiciliario cargado de ácaros, presente en habitaciones que por el frío no se ventilan adecuadamente. La sintomatología es similar para ambas etiologías, alérgica y viral; y las dos formas de rinitis predisponen por igual a infecciones crónicas, secundariamente sobreinfectadas por bacterias; y se complican por una extensión regional a los senos faciales, con sinusitis.
Esta evolución debe sospecharse cuando los síntomas propios de la rinitis se prolongan por más de 15 días, y se agrega cefalea o dolor facial, paranasal o frontal, con fiebre, y corrimiento nasal amarillo (rinorrea purulenta). Pese a síntomas y complicaciones similares, debe distinguirse la rinitis alérgica de la infecciosa, porque implican una prevención y tratamiento diferente.
Los síntomas, similares a los de la rinitis viral son:
-rinorrea acuosa.
-obstrucción nasal.
-prurito nasal.
-estornudos.
Los agentes causales o alergenos a los que el paciente está expuesto, varían a lo largo del año. Los alergenos, lo más frecuentemente son inhalados, como ocurre con el polvo doméstico, y el que proviene de plumas, de pelos de mascotas, y esporas de hongos, o del polen de las plantas en primavera.
Es más raro el desencadenante ingerido con los alimentos, aunque en las crisis asmáticas, asociadas con rinitis, puede verse como causa el reflujo de contenido gástrico al esófago. Las rinitis idiopáticas como la no alérgica con eosinófilos (tipo de glóbulos blancos que aumentan en los alérgicos), se presenta con eosinofilia nasal, estornudos, prurito, rinorrea, obstrucción nasal, con o sin pérdida del olfato.( sintomatología muy similar a la alérgica). Se observa tanto en niños como en adultos, asociándose con frecuencia a pólipos nasales.
La OMS clasifica a la rinitis alérgica en intermitente o persistente, y a ambas como leves, moderadas o severas. La intermitente presenta síntomas menos de 4 días a la semana, hasta 4 semanas. La persistente, durante más de 4 días por semana, por más de 4 semanas.
Una y otra forma de rinitis se considera leve, cuando no interfiere con el sueño, permitiendo al niño el normal desempeño de sus actividades diarias; y moderada a severa cuando altera el descanso nocturno, al punto de afectar la vigilia diurna, con déficit de la atención y disminución del rendimiento escolar.
Trastornos asociados:
La rinitis alérgica suele asociarse con el asma, constituyendo un factor que aparece precediendo al desarrollo de la crisis: en muchos pacientes, ocurre un desarrollo casi simultáneo de la inflamación de las mucosas nasal y bronquial.
La rinitis alérgica se vincula también con la sinusitis, ya que la mucosa nasal y la sinusal tienen continuidad anatómica, y el drenaje de los senos faciales se obstruye por la congestión mucosa y las secreciones más espesas. Esto determina la producción de la sinusitis, como complicación que prolonga y empeora la evolución de la rinitis.
La inflamación del oído, puede también aparecer en la evolución de una rinitis, y ello se debe a un funcionamiento anómalo de la trompa de Eustaquio, que conecta con el oído medio, predisponiendo así el desarrollo de una otitis.
A menudo los niños con rinitis alérgica padecen aumento en las adenoides y amígdalas, que les lleva a respirar por la boca, con ronquidos nocturnos y apneas obstructivas. Por este mecanismo los niños llegan a padecer importantes dificultades para conciliar el sueño, y para mantenerlo, sufriendo frecuentes despertares durante la noche, que son causa de somnoliencia diurna y trastornos de la atención.
Diagnóstico:
Los síntomas característicos de la rinitis alérgica son el prurito nasal con rinorrea acuosa, y crisis de estornudos en salvas seguidas de obstrucción nasal. Los lactantes rara vez padecen congestión nasal por rinitis alérgica, pero sí por rinitis infecciosa.
Los fármacos utilizados son los antihístamínicos de primera generación, como la difenilhidramina, o la clorfeniramina que asocian asocian efecto sedante, o bien los más nuevos, como la loratadina, que no son sedantes. Ambos son efectivos, pero se aconsejan los segundos en tratamientos prolongados.
Los descongestivos, como la pseudoefedrina, producen vasoconstricción de la mucosa nasal desobstruyendo su luz, pero tienen el inconveniente de un efecto rebote que causa nueva congestión y obstrucción nasal. El cromoglicato de sodio en solución, resulta útil tanto tanto para la rinitis alérgica estacional como en la perenne.
Los corticoides de uso tópico, son los fármacos más efectivos para aliviar la rinorrea, la congestión, los estornudos, y para controlar el proceso inflamatorio crónico.
En líneas generales, el tratamiento se adecua a la severidad y persistencia de los síntomas, iniciándose con antihistamínicos de segunda generación, para casos leves e intermitentes. Se agregan vasoconstrictores nasales sólo cuando la congestión nasal es más importante; y si los síntomas se agravan o se prolongan por más de 15 días, se asocian corticoides locales. En ciertos casos resulta útil alternar los corticoides intranasales, con solución salina intranasal y vasoconstrictores. Cuando estas medidas no resulten eficaces, deberá intervenir el alergista para intentar identificar los alergenos, y decidir una eventual inmunoterapia.
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