Científicos suecos aseguran que la composición de la flora bacteriana podría tener una importancia crucial en el desarrollo del sistema inmunológico desde joven.La composición de la flora bacteriana podría tener una importancia crucial en el desarrollo del sistema inmunológico en los primeros meses de vida de los niños, según se desprende de un artículo publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology por Siv Ahrné y Göran Molin, de la Universidad de Lund, en Suecia.
Los investigadores han encontrado una relación entre aquellos niños que presentaban una menor diversidad en la flora bacteriana en la primera semana después de nacer y la posibilidad de desarrollar dermatitis atópica (alérgica) en los primeros 18 meses de vida.
La presencia de eccemas a esta temprana edad podría señalar la tendencia a sufrir más adelante alergias de mayor gravedad, como el asma, y sería la primera señal de que "algo en el sistema inmunitario no funciona bien y no se está comportando del modo en que debiera", según Goran Molin, profesor de nutrición y codirector del estudio.
Una adecuada diversidad de la flora bacteriana que el niño recibe de la madre podría ser, así, un factor inicial clave en el buen desarrollo del sistema inmunitario. "Para mantener un sistema inmunitario que funcione de manera óptima debería haber, además, una continua activación del mismo mediante la presencia de bacterias", afirma Molin.
"Esto es especialmente importante en el caso de los bebés, porque cuando nacemos no tenemos ninguna bacteria. Al nacer atravesamos la vagina y una vagina sana se encuentra totalmente colonizada por lactobacilos, como si la naturaleza tuviera en la mente que este tipo de bacteria beneficiosa para el cuerpo es la primera que tenemos que encontrarnos al nacer", agregó.
Las bacterias maternas en un parto vaginal serían las primeras en colonizar el intestino del niño y esto, según Molin, ayudaría a desarrollar el sistema inmunitario. El tipo de parto podría tener, por tanto, un efecto en la cantidad y diversidad de la bacteria que el bebé hereda.
La flora de la madre podría condicionar incluso el tipo de parto, según Molin: "Si la madre tiene una buena composición de la flora intestinal es importante que ésta se transmita al niño y lo mejor sería un parto natural. Del mismo modo, si la composición de la flora materna no es la adecuada, se debería evitar que se transmitiese al niño, quizá realizando una cesárea".
El alimentar a los niños con leche materna o de fórmula, el uso de antibióticos durante el embarazo, la exposición del niño a animales domésticos y el hecho de que tenga hermanos y la posición que ocupa en la familia (no el primero) podrían ser otros de los factores que influyen en la cantidad y diversidad de bacterias que se desarrollan en los primeros años de vida.
Lactancia clave. "En algunas investigaciones se ha observado que el tipo de lactancia que reciba el neonato podría influir en la composición de la flora. Así, diversos estudios han mostrado que los niños que toman leche materna tienen una flora intestinal en la que predominan las bifidobacterias y los lactobacilos frente a los alimentados con fórmulas infantiles. Sin embargo, estas diferencias tienden a desaparecer con la introducción de alimentación complementaria, momento en que la flora intestinal comienza a parecerse a la del adulto", explica Aránzazu Aparicio, investigadora de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.
"La flora intestinal es un conjunto de bacterias que va a permitir cumplir con importantes funciones metabólicas, nutritivas y protectoras en el organismo", puntualiza Aparicio.
Esta flora está compuesta por alrededor de 1.014 bacterias de unas 400 especies distintas, de las que el 95% se encuentran localizadas en la luz del colón. Más o menos a los dos años de edad la flora intestinal establecida es prácticamente definitiva y permanece estable durante la vida del individuo.
Hábitos alimentarios.
Los hábitos alimentarios de la sociedad moderna también son culpables de que nuestro organismo acumule una menor cantidad de bacterias. Esto explicaría en parte por qué las enfermedades alérgicas abundan en los países desarrollados y no son tan frecuentes en países en desarrollo, donde las antiguas formas de nutrición y conservación de los alimentos todavía persisten y las medidas higiénicas no están tan generalizadas, según la llamada teoría de la higiene.
"Los cambios en las condiciones higiénicas y en los hábitos alimentarios podrían estar relacionados con un descenso de la estimulación microbiana. Los alimentos contienen actualmente una menor carga bacteriana que los tradicionales por motivos de seguridad alimentaria, como consecuencia de la mejora en los métodos de procesado y conservación. El resultado de los cambios podría ser el incremento de algunas enfermedades de origen inmunitario, especialmente las alergias alimentarias, aunque en el desarrollo de estas enfermedades también intervienen otros factores", concluye la profesora Aránzazu.
Desde | La nacion
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