En su tesis doctoral, esta farmacéutica, natural de San Sebastián y residente en Obanos, profundizó en los hábitos de vida y la conformación genética de 185 niños obesos y 185 delgados, a quienes se les hicieron análisis y plantearon cuestionarios sobre la frecuencia con la que consumían alimentos o practicaban deporte.
Asimismo, estudió la asociación del exceso de peso con diversos polimorfismos, o mutaciones, en algunos genes implicados en el control del peso corporal, además de la interacción entre el ADN y el ambiente en el que viven los niños.
De todo ello Carmen Ochoa concluyó que los menores con una variación en dos genes (los PPARG2 y ADRB3) presentan un riesgo mayor de sufrir obesidad infantil, sin que esto tenga relación con su sexo, edad, la actividad física o el historial familiar que posean.
Sin embargo, asegura que los sujetos con alteraciones en otro gen, el MC4R, en contra de lo que se pensaba «pueden prevenir el problema con el aumento del ejercicio físico acompañado de una alimentación adecuada».
Por otro lado, la nueva doctora ha detectado una relación entre el exceso de actividades sedentarias y la alteración en el gen ADRB2, de forma que «las chicas de entre 6 y 18 años que portan cierta variación en este gen corren más riesgo de sufrir sobrepeso en función del tiempo que pasen frente al televisor».
Además, la especialista ha revelado que las chicas con el alelo Glu27 en este mismo gen ganarán kilos a pesar del deporte o la dieta que realicen.
En este sentido, Carmen Ochoa advierte de que en los últimos años la tasa de obesidad infantil en España ronda el 16%, y la de sobrepeso, el 25%.
De ellos, aclara que entre un 3 y un 6% debe su situación a mutaciones en el gen MC4R, «aunque esto no ocurre en todos los casos -subraya-, de ahí la importancia de profundizar más en el trasfondo genético de este fenómeno sin descartar el papel del estilo de vida, primordial en muchos diagnósticos».
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