Son médicos que se disfrazan de payasos para ayudar a chicos y adultos con diferentes patologías en situaciones de internación. Lo teatral se ajusta a lo terapéutico con el objetivo de mejorar la calidad emocional de los pacientes.
La propuesta tiene dosis altas de ternura. Lo que sea necesario para hacer de un hospital un lugar en el que la fantasía, la risa y la calidez también tengan su espacio. Así, el “estetosflorio”, mitad estetoscopio, mitad flor, sirve para escuchar el corazón de los pacientes y distingue a los Payamédicos. Es que más que nada, un payamédico, mitad payaso, mitad médico, tiene como propósito atender el corazón, no tanto el músculo como el otro, que se dibuja con colorado y sirve para enamorarse.
En el 2003 se constituyó como asociación sin fines de lucro, pero los Payamédicos empezaron su trabajo hacia fines del 2002, cuando José Pellucchi, del servicio de Terapia Intensiva del Hospital de Gastroenterología Bonorio Udaondo y Andrea Romero, del servicio de Psicopatología Infanto-Juvenil del Hospital de Clínicas reunieron sus inquietudes y decidieron utilizar la técnica de clown para ayudar a los pacientes internados. El resultado fue original: a diferencia de las muchas organizaciones de payasos de hospital que existen en el mundo, los Payamédicos son, efectivamente, médicos. Su propuesta tiene un principio y un fin terapéuticos.
“En otros países del mundo el objetivo del payaso es recreativo, que el paciente se olvide de que está en un hospital. Para nosotros hay algo de eso también, pero estamos atravesados por la teoría y la ciencia. Hacemos un seguimiento de los pacientes y de su historia clínica, los visitamos regularmente. Entendemos que atraviesan un proceso, y nos metemos profundamente en sus conflictos, siempre desde lo estético, el paciente nunca se da cuenta”, explica Pellucchi.
La risa, con sus tan publicitados poderes terapéuticos, forma parte de la tarea de un payamédico, pero no la define. “Es un recurso, siempre vamos a intentar que el paciente se divierta, pero no es lo único”, señala Romero. “Apuntamos a mejorar su calidad emocional, y eso abarca mucho más. Si entendemos que la internación es potencialmente traumática, nuestra intervención también involucra colaborar con los momentos de catarsis que es el primer paso en la elaboración de cualquier situación traumática”.
Y eso implica en algunos casos sacarse la nariz y poner el hombro. “Esperamos hasta que el paciente dice algo, quiebra con la situación de llanto, para darle una salida divertida. Lo que hacemos es desdramatizar, pero con mucho cuidado”, dice Pellucchi. “Así como las medicaciones tienen un rango que va desde la dosis terapéutica a la que produce efectos adversos, nosotros sabemos que desdramatizar requiere mucho cuidado para que no sea tomado como una burla”.
Sandra de 39 años llegó al Udaondo para Navidad, y allí pasó las fiestas con su familia. Hace tres meses que está internada, pero ahora acaba de salir de terapia intensiva y su recuperación es auspiciosa. Los Payamédicos le regalaron un anillo, con piedritas violetas, su color preferido. “Cuando peor estaba era cuando más venían”, dice Sandra, “No me olvido más que una vez llegaron y estaba llorando…se me pasó, ellos te levantan. Escuché que hay un curso para ser payamédico; les dije que me avisen cuando empiece, porque lo voy a hacer, me encataría”.
Para Ángel, su marido, los Payamédicos cumplieron un rol importante en la recuperación de Sandra: “Yo sabía que el día en que ellos venían ella estaba mejor. Es muy bueno lo que hacen. Siempre con un obsequio, hacerla reír, darle fuerza. Uno se acostumbra a esperarlos, y eso que somos adultos”.
Hoy por hoy los Payamédicos son veinte y trabajan con niños en el Clínicas y con adultos en el Udaondo. También hacen visitas a otros hospitales. No reciben ningún pago por su trabajo, pero entregan su tiempo, llevan disfraces, regalos, y un interés genuino por el prójimo y su bienestar. La mayor parte de ellos son estudiantes de medicina y psicología, también hay algunos artistas, pero todos reciben un entrenamiento que los prepara para desempeñarse con pacientes internados. Pellucchi dicta cursos de payaso de hospital y allí tiene su semillero. “En este momento hay más o menos 600 personas en todo el país que quieren incorporarse a Payamédicos y en todos los hospitales nos piden que vayamos”, señala Pellucchi, “pero no podemos porque somos dos los que supervisamos esto, tenemos otros trabajos y no podemos dedicar más tiempo”. Buscaron subsidios porque quieren crecer, pero no encontraron. “La gente dona materiales y trabajo. Tenemos mucho recurso humano, pero ninguno financiero”, dice Romero.
Para los Payamédicos el esfuerzo vale. Los pacientes mejoran, consumen menos analgésicos y somníferos, los que están en condiciones de comer, comen mejor. Cambia el estado de ánimo, la actitud y la conducta. Se activan los recursos del paciente para su propia recuperación. Si el día fue bueno, alguien habrá logrado levantarse por primera vez de la cama después de mucho tiempo, convertido en guía turística del hospital por un payamédico. El día puede ser también triste, porque algún paciente se agrava o muere “Entonces nosotros terminamos muy mal”, admite Pellucchi, “pero pensamos que hacemos algo muy importante, y eso también nos hace vivir a nosotros”.
www.clarin.com
www.payamedicos.org.ar
miércoles, 28 de noviembre de 2007
“Payamédicos” argentinos, ciencia y risas en el hospital
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