El primer ensayo clínico sobre este tema, en el que han participado más de 13.000 mujeres, no ha encontrado ningún efecto beneficioso de la lactancia materna respecto a la aparición de la patología alérgica infantil
Durante más de 70 años la cuestión de si la lactancia natural reducía las alergias y el asma en los niños ha estado sobre la mesa. El volumen de estudios sobre el tema con resultados contradictorios es muy amplio, lo que ha contribuido a que la polémica continuara hasta hoy. Sin embargo, un trabajo publicado en la revista 'British Medical Journal' parece haber zanjado la cuestión y haber dado con el talón de Aquiles de los demás.
«El hecho de que la mayor parte de las atopias [hipersensibilidad alérgica] hayan aumentado en las últimas décadas coincidiendo con el renacimiento de la lactancia natural sugiere que ésta no tiene un efecto protector en la población», señalan los autores. Pero hasta este trabajo no había datos tan fidedignos.
Se trata de un ensayo clínico, el primero, y no de un estudio observacional como los anteriores. En él participaron más de 17.000 niños sanos residentes en varias regiones de Bielorrusia, aunque los datos completos sólo corresponden a 13.889. Los pequeños, cuyas madres habían decidido libremente amamantarlos, se dividieron en dos grupos. En el primero de ellos se puso en marcha un programa para fomentar la lactancia exclusiva y su mantenimiento en el tiempo, y en el segundo se dejó que las mujeres decidieran la forma de dar el pecho y cuándo terminar.
Tras varios años de seguimiento, al alcanzar los seis años y medio se sometió a los niños a diferentes pruebas de alergia, asma, eccema y fiebre del heno por medio de cuestionarios y test de sensibilidad cutánea a varios antígenos. En el grupo de experimentación, los porcentajes de lactancia exclusiva y de duración de la misma aumentaron considerablemente. A los seis meses del parto, por ejemplo, el 49,8% de estas mujeres le daba el pecho a su hijo mientras que en el grupo control lo hacía el 36,1%.
A pesar de estos resultados que, no obstante, señalan que los programas para fomentar la lactancia son útiles, las pruebas no encontraron beneficio alguno sobre las alergias y asma de los niños. Los datos de las pruebas cutáneas, realizadas para el polvo, los gatos, el polen, la hierba y la Alternaria (moho), mostraron una gran variabilidad de un hospital a otro. Los investigadores decidieron excluir aquellos con tasas más altas y elaborar un nuevo análisis que mostró que los niños del grupo de experimentación eran dos y tres veces más alérgicos a estas sustancias. En cuanto a los síntomas de alergia, el asma y la fiebre del heno, no se detectaron diferencias significativas entre ambos grupos.
Carlos González, presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna, destaca la complejidad del tema y aventura que los resultados dispares de unos y otros trabajos podrían deberse a las diferencias ambientales. Los autores del estudio concluyen que «los datos subrayan la importancia de buscar otras explicaciones para la reciente epidemia de alergia y asma, de investigar otras causas potenciales y de probar otras estrategias preventivas».
El trabajo invita a buscar nuevas aproximaciones a los crecientes problemas alérgicos pero, en ningún caso, socavar los demostrados beneficios que la lactancia natural tiene. Como manifiesta González, sea cual sea la conclusión final, «este hábito tiene otras muchas ventajas para la salud de los recién nacidos».
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