ORACLE I y II se pusieron en marcha en 2001 con el objetivo de evaluar la actividad de la eritromicina y el combinado ácido clavulánico-amoxicilina en las mujeres que tenían un incipiente parto prematuro o que presentaban la rotura temprana de las membranas (previa al comienzo del trabajo del parto). Ambas condiciones pueden tener consecuencias adversas para madre e hijo y en muchos casos son secundarias a una infección (por eso se emplean antibióticos en su manejo), aunque ninguna de las participantes tenía síntomas de ello.
Entonces, los resultados de estos estudios publicados en 'The Lancet' justificaban exclusivamente el tratamiento con eritromicina en aquellas mujeres con rotura de membranas. Las demás terapias no demostraron beneficio ni daño alguno sobre la salud de los bebés. Siete años más tarde, los autores presentan en esta misma revista el seguimiento realizado a los casi 6.500 participantes con datos que esclarecen aún más cómo deben emplearse estos fármacos.
"La lección que debemos aprender parece evidente: en contra de la creencia popular ('bien podríamos darlos, no son dañinos'), los antibióticos no están exentos de riesgos", reza el comentario que acompaña al trabajo. Este mensaje lanzado por Alison Bedford, del Sistema Nacional de Salud del Reino Unido, y Philip Steer, del también británico Hospital Chelsea and Westmister, parte de un "inesperado" hallazgo: a largo plazo, los niños que habían estado expuestos a antibióticos porque sus madres tenían un parto prematuro habían desarrollado más parálisis cerebral y otras discapacidades.
"Sería poco sensato desechar el aumento de parálisis cerebral detectado por considerarlo un hallazgo azaroso", escriben los investigadores del ORACLE. En el caso de las mujeres que recibieron ambos fármacos, 35 bebés tenían parálisis cerebral, en comparación con los 12 del grupo del placebo, casi un 3% más.
Falta mucho conocimiento
En el primero de estos trabajos, -el de las parturientas con rotura prematura de membranas-, la eritromicina mostró beneficios a corto plazo al reducir la mortalidad y el riesgo de graves complicaciones de los recién nacidos, además de prolongar el embarazo. Sin embargo, a largo plazo no se ha detectado ninguna ventaja, algo "decepcionante", según los autores, y para lo que habría que encontrar una explicación.
El incremento de algunas patologías graves detectado en el ORACLE II es aún más preocupante y pone de manifiesto algunas 'lagunas' de la práctica obstétrica. La principal es la falta de información sobre el funcionamiento de casi todos los fármacos en el organismo de la mujer embarazada y del embrión o feto. "La investigación en medicina perinatal recibe mucha menos financiación que la de patologías que aparecen en la última etapa de la vida", denuncias Bedford y Steer.
Con este panorama, apuntan los autores, "debemos ser cautelosos a la hora de interferir con sistemas que apenas entendemos cuando no hay un beneficio potencial conocido". Los resultados de estos experimentos "ponen de relieve la importancia de estos seguimientos a largo plazo y enfatizan la necesidad de que los gobiernos inviertan en ellos", concluye el editorial.
Desde | El Mundo
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