Una de los ritos que caracteriza a los seres humanos es que damos un trato especial a nuestros muertos. No importa si la cultura dictó momificar, incinerar o enterrar, el paso ‘al más allá’ siempre ha estado honrado, es parte de la dignidad humana.
Sin embargo, hasta hace un tiempo, aquellos niños que morían el vientre materno con menos de 22 semanas de gestación o que superada esa edad eran entregados por sus padres al Hospital eran tratados como basura biológica y desechados como tal. Muchos terminaron mal cremados en basurales.
Cuando uno conoce una realidad , uno ya es responsable de ella
Esta realidad comenzó a cambiar el día en que el médico neonatólogo Segio Corvalán se topó literalmente de frente con esa realidad. Había liderado por años el Hospital Sótero del Río, una de las maternidades más importantes del país y un día, 15 días después de dejar el alto cargo, caminaba cerca de un basural del hospital y vio botados, entre escombros, pedazos de restos humanos muy pequeños.
Nunca se había preguntado qué se hacía con los restos de los bebés. Y así se enteró de que, aquellas madres que perdían hijos con más de 22 semanas de gestación, se les preguntaba si querían que el Hospital se hiciera cargo del feto. La mayoría contestaba que sí.
“Los cuerpos se metían a un incinerador común y corriente donde se quemaba la basura, que por supuesto no eran apropiados para la incineración de cuerpos humanos, y donde quedaban restos evidentes: piernas, huesos largos. Al principio eran botados así no más en un basural que había dentro del Hospital y no era uno, era de varios, era una cuestión muy dramática. Cuatro o seis niños metidos en una bolsa de basura, puestos así, al boleo”, explica el neonatólogo. Esos eran los restos que él había visto.
Además, y apoyándose en una descripción de la OMS, en Chile, todo bebé que moría antes de las 20 semanas y 500 grs. de peso era considerado un aborto, sus restos eran dispuestos libremente por el Centro Asistencial y no se facilitaban los trámites para el certificado de defunción, vital para enterrar los restos, lo que hacía que los cuerpos terminasen también en el mismo lugar.
“Cuando uno conoce una realidad, uno ya es responsable de ella” explica Corvalán cuando recuerda por qué comenzó en ese instante una cruzada para hacer algo por esa realidad escalofriante. Al principio no encontró eco y tuvieron que pasar algunos años para dar con la persona indicada para ayudarle.
“El año ‘99 recurrí a la Primera dama, Marta Larraechea de Frei, y ella me facilitó el contacto con el Capellán de Hogar de Cristo. Allí se dieron cuenta que era una situación que no habían visualizado. Rápidamente trabajamos para hacer un convenio entre el Sótero del Río y la funeraria del Hogar de Cristo”, recuerda Corvalán.
Además, se comenzó una lucha por cambiar, primero, la ordenanza legal que dejaba a infantes como ‘aborto’. “Se cambió el paradigma de viabilidad por el de vitalidad –explica el neonatólogo- Se definió como nacido vivo no al niño que tenía posibilidades de ‘seguir viviendo’, sino al niño que tenía signos de vida. Esta barrera de decir ‘bajo los 500 gramos y bajo las 22 semanas no hay ninguna posibilidad de que viva’, ya no era más, con este ajuste. Si nacen, aunque vivan minutos, son personas que nacieron y murieron”.
“Lo importante es destacar la dignidad humana por serlo. Nuestra sociedad destaca sólo los hechos de las personas. Estos pequeños niños tienen por decirlo así una historia en blanco para la sociedad, pero no para sus familias, donde yo muchas veces lo vi, de madres que decían ‘Yo tuve un bebé que perdí, dónde estaría” reconoce el doctor.
Otra lucha que se dio fue a la normativa que daba 24 horas a los padres para decidir sobre los restos de su hijo. Si los progenitores no se decidían en ese periodo de tiempo, quien determinaba qué hacer con los restos era el Director del Servicio de Salud pertinente. Hoy, lo que dice esta normativa, desde el 2003, es que por razones de humanidad el Ministerio autoriza esperar 72 horas para que los padres se decidan. Lo que le da más tiempo a los padres a reaccionar ante un evento doloroso y por sobre todo sorpresivo.
Luego de esto, se pudo acoger en el programa a todos los niños que fallecían antes de nacer, independiente de su peso o madurez, sólo se requiere que sea reconocible. Desde ahí se pudo dar un fin diferente tanto a los mortinatos –bebés fallecidos antes de nacer- y también para los mortineonato, aquellos niños que nacen vivos, pero que fallecen antes de los 28 días.
El Padre Agustín Moreira, Capellán General del Hogar de Cristo, asegura que el Programa Dignifica llegó a saldar una deuda. “Es optar por los más débiles, es dar una señal clara de que la defensa de la dignidad humana es algo intransable, que esos pequeños restos de un ser humano merecen un trato respetuoso y digno y que el Hogar de Cristo es coherente con eso. Aquí hay algo del amor infinito de Dios que obra a favor de los más débiles”.
Originalmente el servicio, que incluye la cremación de los restos de los bebés, para luego depositar sus cenizas en el Columbario común de mortinatos y mortineonatos del Parque del Recuerdo Américo Vespucio, Cordillera o Padre Hurtado, estaba orientado a familias de escasos recursos, pero hoy se ha ampliado y se ha extendido el servicio para todo aquel que lo necesite.
Incluso ya trasciende también a otros Hospitales como el de la Católica, La Clínica Las Condes, la Alemana, en Hospitales como el Tizné de Peñalolén, etc. ¿Desafíos? “Poder extenderlo a todo Chile. Hoy sólo está en Santiago” explica el Capellán General.
Reflejo social
“La calidad humana y espiritual de un pueblo se mide en función directa que da a los más débiles” recalca el padre Moreira cuando reflexiona acerca de lo que se logra con este nuevo trato que se le da a los restos.
Y no es para menos durante una época el Doctor Corvalán era conocido por sus “niños en cajitas de fósforos”. Así, tal cual, en burla por lo que muchos creían una cruzada sin sentido.
“A mi juicio lo central de esto es que la sociedad, los Hospitales, que son parte de la sociedad y un reflejo de ella, que el personal del Centro, reconozcan en un pequeño bebé a una persona, que tenía toda una historia por delante y que fue interrumpida” –explica el neonatólogo.
El médico cumple 40 años de profesión y recuerda “hay muchos niños que rescatamos de 600 gramos y que hoy son adultos. Uno ve esa semilla que tiene tanta potencia en sí misma. ¿Por qué esa semilla, cuando pasa algo tan triste como su muerte, es mirado como algo menor? Creo que como sociedad debemos ver la vida en todo su potencial, de la manera en que se presente. Hoy la medicina pareciera que es mucho curar, pero cuando no se puede, se tiene a abandonar. Ese es el deber de la sociedad con todos, no se nos puede quedar nadie atrás”.
Desde | Terra Chile
No hay comentarios:
Publicar un comentario