Las complicaciones de este tipo de parto, como hemorragias graves y peligrosas, hacen necesaria una histerectomía
La extirpación total o parcial del útero tras una cesárea, la histerectomía, es una práctica poco habitual. Sin embargo, las complicaciones derivadas de este tipo de parto, como hemorragias o pérdidas de sangre incontroladas, la hacen necesaria. Los efectos psicológicos que la histerectomía tiene en la mujer la convierten, además, en una práctica que los médicos analizan en profundidad antes de realizar. Hay que valorar los pros y contras de llevarla a cabo.
La histerectomía consiste en la extirpación total o parcial del útero, donde crece el embrión durante el embarazo. En algunas operaciones, pueden extirparse también los ovarios y las trompas de Falopio. La intervención se da en caso de fibromas, endometriosis o hemorragia vaginal resistentes al tratamiento, prolapso uterino (cuando el útero desciende hacia la vagina), cáncer de útero, de cuello uterino o de ovarios, y dolor pélvico crónico.
Este procedimiento también se realiza de forma ocasional tras un parto por cesárea. Según concluye un estudio reciente desarrollado por investigadores del Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Health and Human Development (NICHD) de EE.UU. y publicado en la revista "Obstetrics and Gynecology", resulta poco frecuente, pero no raro, que las mujeres necesiten una histerectomía después de una cesárea. Estas intervenciones se efectúan por una hemorragia grave y peligrosa tras el alumbramiento.
La directora de la investigación, Cynthia S. Shellhaus, apunta que, "aunque la tasa de estas intervenciones ha descendido en la última década, el trabajo muestra que los procedimientos ocurren en uno de cada 200 partos por cesárea". El estudio ha incluido a 39.244 mujeres con parto por cesárea entre 1999 y 2000. De éstas, 186 necesitaron una histerectomía. Quienes habían sido sometidas a partos por cesárea previos fueron más propensas. Casi la mitad de las extirpaciones uterinas se realizaron a mujeres que dieron a luz antes de cumplir 37 semanas de gestación. La causa principal fue una hemorragia grave que demandaba transfusión.
Complicación de la cesárea
La cesárea es una operación de cirugía mayor. Como toda intervención, conlleva un riesgo de mortalidad materna superior al parto vaginal, además de condicionar el futuro reproductivo de la mujer por un mayor riesgo de complicaciones en sucesivos embarazos. Las trombosis o embolias, las infecciones, problemas de tipo quirúrgico y las hemorragias con gran pérdida de sangre son algunas de las dificultades que pueden darse en una cesárea.
La cantidad de sangre perdida en una cesárea normal es, por norma general, dos veces mayor que la de un parto vía vaginal. Algunas veces, si no se puede detener el sangrado, hay que extirpar el útero. La histerectomía también se practica cuando la placenta no se separa del útero. No obstante, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cesárea debería limitarse a las cifras anuales establecidas entre un 10% y un 15% de los partos (esta cantidad se supera en algunos centros privados españoles sin razones médicas que lo sustenten).
Los expertos están de acuerdo en que es ineludible valorar la necesidad real para no llevar a cabo un parto vaginal. Además, cuando la cesárea no sea necesaria, hay que informar acerca de los inconvenientes que implica.
Consecuencias psicológicas
La extracción uterina dificulta el inicio del vínculo de la madre con el bebé y puede impedir la lactancia. La operación, además, puede repercutir en la estabilidad psíquica de la madre, que ha perdido la posibilidad de volver a serlo por cuestiones orgánicas y no por propia voluntad. La histerectomía supone, en ocasiones, un fuerte golpe a la autoimagen, autoestima y autovaloración de la mujer.
El Informe Salud y Género de 2006, "Las edades centrales de la vida", elaborado por el Observatorio de Salud de la Mujer (OSM), hace hincapié en cómo actos quirúrgicos como la histerectomía o la mastectomía exigen una redefinición de la feminidad, sobre todo, cuando ésta se entiende a partir de las posibilidades reproductoras. En unas horas, la mujer que acaba de tener un bebé, pierde la posibilidad de volver a hacerlo. Se inicia entonces un proceso de aceptación: "no voy a volver a menstruar", "soy una joven mujer posmenopáusica". Cuando se extirpan los ovarios suele ocurrir lo mismo.
La menstruación es, en su mayoría, molesta e incómoda, pero ahora se vuelve objeto de añoranza. Ésta es más frecuente cuando se ha extirpado el útero, pero se conservan los ovarios. En estos casos, las hormonas funcionan como siempre, por lo que se producen las molestias típicas, pero sin sangrado. No obstante, la reacción postoperatoria depende de varios factores, como las características de personalidad, el significado real que confiera cada paciente a la intervención, el momento evolutivo en el que se encuentre la mujer y el apoyo sociofamiliar.
La capacidad para decidir acerca de la intervención y de la localización anatómica de la zona que se debe operar también influye en la reacción posterior de la madre.
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