viernes, 4 de febrero de 2011

Embarazada con problemas de corazón

Una mujer sana tolera, en general, los cambios que experimenta su organismo durante todo el embarazo. No obstante, los mismos cambios pueden provocar descompensaciones en el corazón de una gestante con antecedentes de cardiopatía. Si el riesgo es muy elevado para la madre, los expertos recomiendan interrumpirlo. Si este riesgo es aceptable, como ocurre en la mayoría de casos, se debe realizar un seguimiento escrupuloso durante todo el proceso y el posparto inmediato.

A medida que transcurre la gestación, la mujer experimenta cambios físicos y fisiológicos debido a las adaptaciones al nuevo tipo circulatorio y a los requerimientos del feto en constante crecimiento. A pesar de que estos cambios se dan en casi todos los órganos y sistemas, sus efectos en el corazón de las embarazadas con enfermedad cardiológica pueden poner en peligro su salud y la del futuro bebé. Cambios en el volumen sanguíneo, la resistencia vascular, la frecuencia cardiaca o la coagulación son algunas de las principales complicaciones. Y aunque no es frecuente -la Sociedad Española de Cardiología (SEC) estima que la cardiopatía afecta a entre 0,4 y 2 embarazadas de cada 100-, se deben tomar precauciones antes y durante todo el proceso.

Control ordinario estricto

A pesar de que cada una de las enfermedades del corazón necesita un abordaje individualizado, algunas recomendaciones son de ámbito general: un control prenatal estricto realizado por un equipo multidisciplinar que cuente con cardiólogo, comadrona, obstetra y anestesiólogo, entre otros, y prestar atención al desarrollo de cualquier signo o síntoma de descompensación (como aumento de la frecuencia respiratoria o de la sensación de ahogo cuando se está tumbada, incremento del ritmo cardiaco, hinchazón en las piernas por retención de líquidos, cansancio, sensación de mareo, tos con ruidos pulmonares anormales, entre otros).

Es fundamental recordar que muchos de estos síntomas generados por enfermedad cardiaca son similares a los propios de la gestación. Por ello, es de suma importancia que la paciente sepa reconocerlos de manera prematura para poder tratarlos de forma precoz y evitar males mayores. También se recomienda disminuir la actividad física para reducir el gasto cardiaco (en ocasiones, será necesario hacer reposo en cama, sobre todo, durante el último trimestre), restringir la ingesta de sal y aumentar la de calorías y vitaminas, sin olvidar el hierro. Para sortear complicaciones, también es necesario atender a las primeras señales de enfermedades que podrían provocar descompensaciones cardiacas, como un catarro o una infección urinaria.

De la misma manera, hay que evitar los factores que pueden favorecer el desarrollo o empeoramiento de arritmias, como las bebidas con cafeína, el alcohol, el tabaco o sustancias tóxicas, entre otras.

Parto y posparto

Si la paciente recibe tratamiento anticoagulante por ser portadora de prótesis valvular, éste debería suspenderse antes de 12 horas del parto y reiniciarse entre las 6 y las 12 horas posteriores. También, de forma habitual, se administra profilaxis contra la endocarditis bacteriana si la paciente sufre una cardiopatía congénita: desde la Asociación Americana de Cardiología, igual que si la gestante se somete a cualquier otro procedimiento invasivo, como una extracción dental, recomiendan utilizar ampicilina (o vancomicina si se padece alergia a la penicilina) y gentamicina.

Durante el parto y posparto, se vigila estrechamente la frecuencia cardiaca y respiratoria, así como la hidratación, mediante sueroterapia. La mejor postura para la paciente pasa por colocarse sobre el lado izquierdo durante el periodo de dilatación. El control del dolor, por elevar la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, es otro punto que valorará el especialista al cargo. Para ello, según la enfermedad cardiológica que sufra la futura mamá, se utilizan más opiáceos que anestésicos, ya que estos fármacos de uso frecuente pueden provocar en la embarazada cardiópata una vasodilatación que empeore la patología de base. Desde la SEC, señalan a la anestesia epidural como una opción segura.

El parto de elección es el vaginal, ya que provoca menos cambios en la tensión arterial, menor pérdida de sangre y menos complicaciones infecciosas y de coagulación. Si el periodo expulsivo (desde la dilatación completa al nacimiento) se alarga, la opción es el uso de fórceps o ventosa, que ayuda a disminuir el esfuerzo materno por el pujo.

Sin embargo, algunos estudios señalan que la cesárea es preferible al parto vaginal ante algunas enfermedades, como en la coartación de aorta o el síndrome de Marfán, ya que durante el trabajo de parto y el parto hay aumentos intermitentes en el gasto cardíaco y la presión arterial, que pone en riesgo a estas pacientes. En las entidades donde no se deja que el embarazo llegue a término, la vía vaginal podría tener mayor riesgo para un bebé prematuro. Además, es mas fácil planear el momento de finalización por cesárea que por la vía vaginal.

El periodo más crítico es el posparto inmediato, debido a la distribución del flujo sanguíneo, los cambios tras la expulsión de la placenta, el sangrado propio del parto y los fármacos de uso habitual en el proceso. A menudo, estas pacientes deben estar sentadas para reducir el retorno venoso de los miembros inferiores y, en algunas situaciones, hay que usar fármacos diuréticos.

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