Las más comunes son la indigestión, la acidez y el exceso de gases.
En estas fechas tan señaladas, a pesar de que la mayoría sabe lo que conviene hacer para evitar problemas digestivos, la frase "un día es un día" hace que frecuentemente se abuse de la comida y de los dulces.
Pero los excesos se pagan y las comidas muy copiosas o comer muy rápido, obligan al estómago a trabajar mucho más de lo habitual con la consiguiente sensación de malestar y pesadez. Si se está embarazada, además, estas molestias provocan mayor malestar, y hacerles frente es más difícil.
Con frecuencia el embarazo se asocia a problemas digestivos, debido a los cambios que se producen a lo largo del periodo de gestación: menor motilidad gastrointestinal asociada a estreñimiento y exceso de gases, relajación del cardias -esfínter que comunica el esófago con el estómago- que favorece el reflujo de ácidos de estómago a esófago. Por ello, una mala alimentación agrava los dolores.
¿Qué se puede hacer?
1- Evitar las comidas muy copiosas.
2- Masticar suficientemente cada bocado para facilitar la digestión de la comida.
3- Comer y beber despacio, dedicando como mínimo 20-30 minutos a las principales comidas.
4- Limitar o evitar todos aquellos platos demasiado grasos (embutidos, entremeses que lleven hojaldre, estofados o guisos con exceso de aceite o que incluyan carnes muy grasas, platos con salsas que lleven nata, queso o mayonesa&), platos muy condimentados o picantes, y los alimentos excesivamente azucarados. Todos estos provocan digestiones más lentas y pesadas de lo normal, además de ser muy ricos en calorías.
5- Conviene dar prioridad al pavo, a las aves de caza o al capón, que están en plena temporada y resultan menos indigestos, y olvidar el cordero y el pato. También se puede recurrir al pescado al horno: besugo o chicharro, por ejemplo, cuya digestibilidad es aún mejor que la de la carne.
6- Se recomienda sustituir el café por infusiones como manzanilla con anís verde o hierbabuena, que facilitan la digestión.
Siesta sí, pero...
Conviene recordar que a pesar de que la siesta es un hábito muy saludable, si ésta tiene una duración de más de 15-20 minutos y se realiza nada más haber comido, lo más probable es que al despertar se tenga sensación de que la comida no ha sido digerida, duela la cabeza o se tenga malestar general.
Esto se debe a que mientras se duerme todo funciona más lentamente, incluida la digestión, y a que en posición horizontal se facilita el paso de ácidos del estómago al esófago. Para remediarlo, la siesta deberá ser de corta duración y en lugar de tumbarse, es preferible permanecer recostado en el sofá.
Por la noche ocurre lo mismo. Por eso, lo óptimo es dejar pasar por lo menos dos horas entre la cena y el momento de acostarse.
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